Memoria del antifranquismo
Hace unos días el Gran Teatro del Liceo era escenario de un acto de libertad. La libertad que supone invocar la memoria de los que dieron lo mejor de sí mismos para recuperar los derechos y la democracia frente a la indignidad de los 40 años de dictadura franquista. El entusiasmo de ese espléndido colectivo humano que es la Asociación Catalana de Ex Presos Políticos y el apoyo de las instituciones públicas catalanas hizo posible la realización de un acto precioso en homenaje a las personas represaliadas por el franquismo celebrado en el teatro de la ópera, un insólito marco que por esta razón realzó aún más el recuerdo de aquellos que, a pesar de los fusilamientos en Montjuïc o en el Camp de la Bota, de las torturas en la Jefatura Superior de Policía de la Via Laietana, de los largos años de prisión y de múltiples calamidades personales y familiares, no dudaron en hacer frente a la dictadura de Franco con la única arma de su dignidad personal para conseguir las libertades de las que ahora gozamos.
La transición a un sistema democrático en España, iniciada hace ahora 25 años, tan positiva por muchas razones, dejó también en su debe el lastre de la desmemoria cuando no el deliberado olvido de la resistencia contra el franquismo y sus protagonistas. Este silencio e incluso la despreciativa distancia en pro de una falsa reconciliación basada en la desmemoria selectiva, ha diluido mezquindades de tantos que habiendo colaborado activamente con Franco descubrieron la democracia o Cataluña y su lengua a partir del 15 de junio de 1977, cuando ya no era arriesgado reivindicar nada por lo que otros, en años terribles, pagaron incluso con su vida mantener encendida la llama de la libertad.
Por esta y tantas otras razones el acto del Liceo resultó ejemplar como forma cívica de recuerdo de la libertad por la que luchaban, desde las más diversas convicciones políticas, mujeres y hombres que aquel 26 de enero de 1939 en que las tropas franquistas entraban en Barcelona, iniciaron un largo y tortuoso camino en Cataluña, en España o en el exilio para recuperar las libertades individuales y nacionales perdidas. Un camino que muchos, como el propio presidente de la Generalitat republicana, Lluís Companys, y tantos otros verían brutalmente truncado en el paredón de fusilamiento.
La invocación de la memoria histórica nunca puede ser un acto retórico. Es un acto de la razón colectiva, que es beligerante contra el olvido y se manifiesta activa a favor de la dignidad política y social y de la libertad y fraternidad entre los humanos. Frente al individualismo acomodaticio y las ideas orgánicas sobre los pueblos, la memoria de la libertad constituye una de las señas de identidad de las sociedades libres. Sin conocer el pasado, el presente puede resultar un fraude y el futuro una incertidumbre aún más intensa. Por esta razón, constituyó una cívica demostración la que proporcionaron los miembros de la Asociación de Ex Presos Políticos de Cataluña con la organización de un acto en el que la poesía y la música junto con los referentes culturales y sentimentales de la memoria colectiva en la resistencia contra la dictadura fueron evocados con lúcida y sencilla expresión.
La invocación de la memoria es también una asignatura pendiente en las escuelas. No se trata con ello de decir que deba convertirse en materia específica de estudio, sino de algo más sencillo y complejo a la vez. Hacer de la enseñanza de la historia un factor esencial del currículo de los estudios secundarios de cualquier estudiante, con independencia de la especialidad o itinerario académico que pueda seguir a posteriori. Porque el compromiso cívico con la libertad y el resto de valores democráticos no puede hacerse con abstracción de la historia del propio país y del mundo. En este sentido, resulta especialmente descorazonador comprobar que para el nivel medio del estudiante universitario actual en Cataluña, el franquismo es algo similar al paleolítico. Y con ello no se trata de propugnar un saber enciclopédico de la historia, sino simplemente lo que se hace preciso es erradicar su ignorancia y facilitar su conocimiento.
Este conocimiento debe permitir saber con la perspectiva del inmediato pasado lo que puede significar que, por ejemplo, la Europa que se está construyendo se encuentre con un preocupante rebrote del fascismo vestido de fuerzas políticas que practican la xenofobia en Austria y Francia e, incluso, que forman parte del Gobierno, como en Italia. O que la Unión Europea esté mostrando una patética imagen por la falta de política exterior y de capacidad de influencia ante actos propios del más puro fascismo que está llevando a cabo el ejército de Israel en los territorios palestinos ocupados de Cisjordania y Gaza, con la más absoluta impunidad internacional y la connivencia de Estados Unidos.
El conocimiento de la historia debería permitir no verla en blanco y negro, de tal forma que la incuestionable legitimidad del Estado de Israel no puede construirse, como de hecho se ha estado haciendo desde 1948, a costa de la humillación y el aniquilamiento del pueblo palestino. Por esta razón, también el acto del Liceo constituyó un acto ejemplar de compromiso con las causas actuales cuando poco antes de su conclusión Quico Pi de la Serra depositó en silencio una bandera palestina en el escenario.
Es una frase reiterada pero afortunada: la memoria hace libres, y para que ello sea efectivamente así merece que las instituciones políticas de Cataluña se tomen muy en serio la petición formulada, en nombre de la Asociación de Ex Presos, por Enric Pubill, de construir un memorial de la resistencia al franquismo que sirva como referente de un combate ético por la libertad y foro cívico para el conocimiento de nuestra propia historia. Podría ser una actividad más del Fòrum de les Cultures de 2004.
Marc Carrillo es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra.
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