El dedo y la luna
El pasado 22 de abril, el presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía, Santiago Herrero, intervino en la Asamblea General con un discurso que ha suscitado alguna polémica. No mucha, tampoco hay que exagerar, pero más de la que yo en un principio hubiera podido esperar. Escuché con atención una bien estructurada intervención que me pareció más constructiva que crítica, bastante contemporizadora y que si repartió algunas censuras lo hizo de manera pluridireccional y equilibrada. Incluso advertí un cierto sesgo socialdemócrata e integrador en todas sus alusiones a las cualidades de una empresa moderna: participativa, 'capaz de ilusionar a la plantilla de trabajadores', compuesta por 'capital, trabajo, capacidad de creación a través de la dirección y de la organización de los factores de producción'. El nuevo presidente de la CEA lleva 30 años conviviendo cuerpo a cuerpo con la realidad socioeconómica andaluza y de esa experiencia extrae sus reflexiones y sus dudas, no de cualquier manual académico ni de ideas ajenas. Hay que prestar atención a lo que dice, porque no hay universidades que lo enseñen. Herrero alguna vez se ha preguntado por qué los empresarios del Norte instalan aquí su ocio, pero mantienen sus fábricas en su tierra; por qué las inversiones turísticas en el Caribe las realizan empresarios mallorquines y no andaluces; por qué la gente alaba nuestro carácter y calidad de vida, pero prefiere seguir invirtiendo en tierras frías y brumosas. Se ha preguntado por qué los jóvenes andaluces no quieren ser empresarios, sino funcionarios, luego diputados e incluso consejeros que acaben criticando la ausencia de empresarios. Por qué, como señaló en su discurso, 'Andalucía es una tierra conformista. Por lo general, no la define el sentido del riesgo, sino el apego a lo seguro'.
La crítica de Herrero tuvo mucho de crítica social y de autocrítica, actitud incomprensible para quienes sólo ven la verdad en aquello que pueda favorecer su cosecha de votos. Hacen falta más empresarios si queremos abordar seriamente el problema del paro, necesitamos más inversiones públicas, es imprescindible una Administración pública más ágil. Todas estas evidencias no son nuevas y cualquier sociedad moderna las acepta. Agotada la capacidad de creación de empleo del sector público, el progreso está hoy en manos del sector privado, según repite insistentemente Felipe González. No dijo el presidente de la CEA que no faltan tanto empresarios, como oportunidades de inversión, porque cuando las hay, los empresarios vienen de fuera. Pero ésa es la realidad: la inversión 'extranjera' productiva en Andalucía está muy débil. Las oportunidades de inversión se pierden bajo una montaña de trámites y requisitos burocráticos, de presión fiscal, de inseguridad jurídica y de bajos niveles de consumo e inversión.
Herrero pidió la luna. Pidió medidas que promuevan una sociedad emprendedora, que favorezcan la internacionalización de la empresa andaluza, y una política enérgica a favor de las nuevas tecnologías, a la vez que expresó 'su disposición a colaborar con el debate de la llamada Segunda Modernización'. Si esto no son ganas de construir, venga Chaves y lo vea.
Sólo en un breve momento de su intervención se permitió el presidente de los empresarios una alusión a los 'suspensos' que Andalucía cosecha en los dos indicadores más representativos de la prosperidad, que son el nivel de empleo y la renta per cápita media y al estancamiento de la economía andaluza a pesar de los 20 años de autonomía, cuestiones tan evidentes como utilizadas por la misma Junta cuando se trata de pedir fondos y subvenciones a Bruselas. Por esta justificada y mínima denuncia, Herrero ha sido arrojado por algunos al mismo círculo dantesco donde se encuentran todos los organismos y personas que osan llevar mínimamente la contraria a la doctrina oficial, el círculo de los acusados de carecer de rigor, sobre todo del rigor mortis de la autocomplacencia. Sin embargo, lo cierto es que la reacción de la consejera de Economía ha sido mesurada, quizá porque conoce la realidad y la persona, o porque ya esté un poco aburrida de salir al cruce de cualquier delantero que entre con un balón de datos negativos en el área de sus intereses electorales. Es verdad que la concertación establece un vínculo de acuerdo, pero no de dependencia incondicional, y es verdad también que -tal como argumenta la Junta- el PIB per cápita ha pasado en 20 años del 54% de la media europea al 60%, lo que significa que, a ese ritmo, tardaremos más de 120 años en llegar a la media comunitaria. Ése fue realmente el dedo en la llaga de la polémica, el pequeño dedo alarmista que quiere señalar a la luna lejana de una sociedad más próspera, más justa y más libre. Pero ya se sabe que cuando el dedo señala a la luna, el idiota mira al dedo.
Manuel Ángel Martín López es presidente de la Comisión de Economía de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA)
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