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Columna
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Cariño, tienes un 'e-mail'

A veces pasa. Pero lo, habitual es que uno reciba el correo tontorrón que acostumbra. Aunque aquí también pueden ocurrir cosas. Los virus, por ejemplo. De vez en cuando la Red se estremece con una infección y entonces es la de estrujar el disco duro como una bayeta y ponerles desodorante a los disquetes. Aunque los hay también exquisitos, como aquel que sólo se contagiaba la gripe por Internet. Sin embargo, también suele suceder que den más problemas los remedios que la enfermedad. Uno de los secretos mejor guardados es que los antivirus no se acoplan bien al sistema operativo, por lo que pueden entrar en colisión y uno se queda como aquel coronel que no tenía quien le escribiese. Entonces sólo resta ponerse en contacto con el servidor, porque lo único que sabe un servidor es que su correo no funciona. Pero también ocurre que su seguro servidor tampoco lo sabe y le somete a uno al tercer grado informático obligándole a hacer cosas que nunca hubiera imaginado, todo para que, después de haber gastado un dineral en teléfono -esto, como cierta clase de sexo, sólo se puede hacer por teléfono- y haberle practicado doscientas veces el boca a boca a la pantalla, venga un amiguete y sepa que si un servidor quita el antivirus volverá a recibir tan ricamente su correo.

Solo que desprotegido, he ahí la cuestión. Y llega el momento de optar entre el sexo seguro y los mensajes, porque, si bien es cierto que a veces el medio es el masaje, no lo es menos que convenga practicar el correo con condón. Pero tampoco hay nada garantizado, porque puede que falle el maldito servidor, aquél, sí, y cuando un servidor le llama sólo oirá -tras horas de espera, porque los inseguros servidores intentan conectar con el oráculo-, que tienen una incidencia. No un problemón, por lo que un servidor se queda sin correo y sin saber cuándo se solucionará (la incidencia). Y dan ganas de decirle a su seguro servidor, oiga, soy la incidencia, quiero decir, su mayor problema, y se le va a caer el pelo o los bites o lo que tengan como no empiece a recibir mis cartas y mis postales ya. Pero a veces pasa. Sí, a veces ocurre que en medio del tontorrón correo habitual uno reciba un mensaje fuera de lo corriente. Porque uno es muy corriente y no recibe más que las líneas de los amigos salpimentadas de cuando en cuando de estornudos.

¿Puede haber algo más exótico que dos mensajes venezolanos recibidos a través de quién sabe qué vericuetos? Porque son dos y hablan de lo mismo, de Chávez. Resulta muy enigmático que dos voces desconocidas traten de explicarle a uno cómo fue de verdad lo de Chávez. Y muy desconcertante, porque dicen lo contrario. Así, mientras una cree saber que el primer golpe fue obra de la oligarquía, que no sólo tomó el palacio presidencial sino que habría disparado contra las multitudes chavistas, la otra está convencida de que todo fue un montaje del propio Chávez para saber quiénes le eran fieles dentro del ejército y las altas esferas económicas a fin de proceder a su posterior depuración. Las voces en cuestión partían de una premisa, la de que el mundo no estaba bien informado porque todos los medios del mundo conspiraban para desinformar, con lo que su voz de testigos presenciales era la única autorizada. Ambas, pues, se basaban en la teoría de la conspiración aunque la segunda doblemente, porque siempre es más excitante no creer dos veces en lo que se ve.

Mal les arriendo la ganancia a los venezolanos, presos de un sistema que no funciona y con un presidente a la cabeza que en vez de proponer soluciones destila demagogia y populismo, pero es lo que tienen y tampoco es seguro que lo que hubieran podido tener por medios más drásticos fuera mejor. Pero no sé mucho de Venezuela, así que me ceñiré a sus portavoces. El ordenador se ha convertido en un aparato tan fiable que transmite su fiabilidad técnica a lo que por él circula, conviertiendo cualquier cosa en artículo de fe, por lo que estoy pensando en enviar un correo por ahí afirmando con toda seguridad que soy Chávez y lo sé todo. A menos que diga que voy a exportar la revolución bolivariana a Euskadi para que tiemblen los criollos.

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