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Columna
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PER

No cabe duda de que Manuel Chaves tiene la razón cuando dice que el PER ha 'afianzado' la población de los núcleos rurales y 'desarrollado' sus 'infraestructuras y equipamientos'. No creo que haya nadie que se atreva a llevarle la contraria. Cuando UCD introdujo el PER, los campesinos sin tierra andaluces tenían cerradas las puertas de la emigración a Europa y a Cataluña, sus habituales destinos, sobrados entonces de mano de obra. Misérrimos, los jornaleros carecían de preparación, lo que les condenaba a la precariedad de por vida.

Por muy poco dinero, el PER evitó estallidos sociales en un momento tan delicado como la transición, pero, sobre todo, transformó la economía de aquellos pueblos olvidados, en los que, pronto, se animó el consumo y comenzaron a brotar comercios y servicios hasta entonces inexistentes. El PER financió la realización de obras de infraestructura indispensables en los pueblos: traída de aguas, asfaltado, saneamiento... Pero siempre tuvo mala prensa, quizá porque se identificó con el tópico de la Andalucía perezosa y manirrota. A comienzos de los noventa, mientras seguía ignorando las evidentes tropelías de Jesús Gil, la fiscalía andaluza se levantó en pie de guerra contra el fraude del PER. El balance no pudo ser más irrisorio: el alcalde de Nuñomoral, por ejemplo, fue condenado a seis años de prisión mayor por cobrar indebidamente 40.640 pesetas de subsidio.

Hace tiempo que se viene hablando de la reforma del PER, que fue una medida de excepción pensada para otros tiempos. En 1996, el primer Gobierno del PP acordó con los sindicatos su transformación en un sistema de desempleo contributivo pensado para toda España y similar al del resto de los trabajadores. El propio documento del PSOE sobre la llamada segunda modernización coincide en que es 'necesario abordar' su 'reforma'.

Pero la semana pasada el Gobierno del PP lanzó uno de sus típicos globos sonda y luego, como de costumbre, se acurrucó para contemplar la tormenta. Chaves saltó en defensa de su más incondicional reserva de votos y, en un tono un pelín épico, respondió que se pondría al frente de 'centenares de miles de andaluces' para luchar por un PER que, en cualquier caso, el PP asegura que seguirá manteniendo a los algo más de 200.000 perceptores actuales. Si Chaves se lanza de cabeza a esta batalla puede poner en un brete al PSOE federal, ya que en el resto de España -y en buena parte de Andalucía- no se entiende cómo se mantiene el PER mientras el campo andaluz está en manos de inmigrantes.

Los pueblos del PER ya nada tienen que ver con los de hace 25 años. Sus jóvenes han podido acceder a toda la educación que eran capaces de asimilar. Los jornaleros ya no carecen de instrucción. Mantener que el PER es necesario equivale a certificar el fracaso de la política sostenida en los últimos 25 años.

En los recientes informes del BBVA y de la Caixa se observa que hay una Andalucía que se descuelga de la media y que fácilmente podría ser identificada con la Andalucía del PER. Es evidente que se necesitan nuevas recetas y que hay modelos que son incompatibles: o miramos a Silicon Valley o miramos a Marinaleda.

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