Italia, España
El sobresalto de la huelga italiana es un dato más que añadir a las diferencias entre Italia y España. Y también una anotación que poner como recordatorio entre las pequeñas resurrecciones de la izquierda, entre las que puede incluirse la resurrección de Chávez en Venezuela. No sé si el capitalismo morirá de sus propias contradicciones, como decían los clásicos del marxismo: algunos supervivientes lo repiten. Lo que creo es que puede morir de su propia ansiedad. Es un sistema que no quiere dinero: quiere el dinero, todo, y eso le puede llevar a situaciones graves. Los antiguos ricos, los de la Reconquista -la Conquista, dicen los andalucistas, que creen que los castellanos ocuparon lo ajeno-, aprendieron que algo había que dejar para los demás. No estoy seguro de que en el sistema Aznar se haya podido heredar esa sabiduría: vienen de la Reconquista de Franco, que ésa sí era totalitaria; pero no tienen la ambición total de Berlusconi, o piensan que tienen más tiempo por delante, o que hay que ir lentamente. La diferencia real se puede encontrar entre lo que es un cavaliere, que ya nos enseñaron algo los del neorrealismo y las interpretaciones de Vittorio de Sica, y lo que es un pícaro, como Jesús Gil, que ahora está pasando por la cárcel, y no sé si cuando se publiquen estas líneas estará ya en su casa.
Lo que quería hacer notar es que cuando en Italia hay una huelga general es de verdad. No sé a qué se debe. Quizá a que el fascismo duró menos allí que aquí -éste fue el más largo del mundo, y aún queda su aroma de fosa común-; tal vez murió en una guerra, y la diferencia en que Mussolini muriera colgado por los pies y Franco en su cama puede tener mucho que ver con estas diferencias. Son hipótesis sin valor, como no tiene valor la anotación entre los movimientos de izquierda que resucitan, llamando izquierda, simplemente, a la izquierda. De carácter real, con problemas de clase, con necesidades de libertad, deseosos de una democracia clásica donde un solo partido no pueda hacer una ley para disolver otros a los que los ciudadanos votan, ni amoldar los cargos de la justicia a sus comportamientos, personales o colectivos. Como la reacción de Venezuela, como la huelga general de Italia. Lo cual no quiere decir que sean valores definitivos: pueden cambiar en cualquier momento.
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