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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ex Gil

Nunca se sabe, pero la carrera política de Jesús Gil, alcalde de Marbella, parece haber llegado a su fin. Alcanzó la cima en las elecciones de 1999: presentó candidaturas en 13 municipios de ambas orillas del Estrecho y obtuvo 87.000 votos y 93 concejalías. Ya sólo le quedan 22, de las que 15 están en Marbella.

Ahora, tras años de aplazamientos, sumarios y sentencias le están llegando en tromba: el Supremo acaba de condenarle a seis meses de prisión y 28 años de inhabilitación por el caso de las camisetas, y la semana próxima será juzgado por el caso Atlético de Madrid. Entretanto, el juez que le acusa de malversar fondos del Ayuntamiento de Marbella le ha enviado a la cárcel, junto a seis colaboradores, por tres días, para evitar la destrucción o manipulación de pruebas. La prisión incomunicada está prevista para ello, y aunque pueda parecer raro que el juez la aplique a los dos años de iniciado el procedimiento, antecedentes como la desaparición de sumarios en el juzgado de Marbella -aunque no haya pruebas de la implicación de Gil- habrán aconsejado seguramente extremar las cautelas.

Su programa municipal prometía 'gestionar los recursos como una empresa'. La Fiscalía Anticorrupción estima que ha gestionado Marbella como si fuera una empresa, pero de su completa propiedad: le acusa de falsedad en documentos públicos y malversación por un importe de 27 millones de euros.

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Gil sigue de alcalde, a la espera de que la sentencia de inhabilitación sea ejecutada. Estos días ha alardeado de su intención de saltársela a la torera y seguir gobernando el Ayuntamiento desde su oficina particular, como hacía hasta ahora. Es cierto que la inhabilitación no afecta al resto de sus ediles, pero también lo es que parte de su equipo se enfrenta a numerosos procedimientos relacionados con irregularidades o delitos urbanísticos. La experiencia de Ceuta y otras localidades aconseja no descartar una desbandada. Pero incluso si no la hay, es evidente que el grupo de Gil no podrá seguir gobernando como hasta ahora, y para ello tendría que llegar a acuerdos con la oposición. Algo cercano a lo imposible.

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