Memoricidio en Ramala
El domingo 26 de agosto de 1992, los ultranacionalistas serbios de Karadzic arrojaron un diluvio de cohetes incendiarios sobre la Biblioteca de Sarajevo, hasta reducir a cenizas su rico patrimonio cultural. El designio de borrar la memoria colectiva de los sarajevitas en una ceremonia purificadora que sólo cabe denominar memoricidio cifraba el de todas las guerras de conquista que se suceden a lo largo de la historia: el vencido no es aplastado del todo si conserva el recuerdo trágico de su lucha.
El pasado 25 de marzo, los delegados del Parlamento Internacional de Escritores acudimos a una bella mansión centenaria en la que nos aguardaban Mahmud Darwish y una treintena de intelectuales palestinos que conversaron largamente con nosotros antes de la visita a la Universidad de Bir Zeit. El Centro Cultural Jalil Sakatini abrigaba una magnífica biblioteca y era la sede de la revista Al Karmel, dirigida por el poeta. Dicha revista es, sin lugar a dudas, la más prestigiosa y abierta del menesteroso mundo cultural árabe. Editada primero en Líbano y luego en Chipre después del asedio a Beirut, se trasladó a Ramala tras la firma de los Acuerdos de Oslo.
¿Podemos soportar con los brazos cruzados cuanto acaece en Palestina?
Ayer, el Ejército israelí, en una de sus llamadas 'operaciones antiterroristas', dinamitó varias habitaciones del edificio, destruyó los archivos de la revista Al Karmel y saqueó la vivienda del propio Darwish.
La perversión del lenguaje ha llegado a extremos inconcebibles. ¿Quién es el terrorista? ¿El castigado mundo cultural palestino o el Ejército que lo ataca? La quema de libros de Sarajevo -y de otros episodios históricos de aún más siniestro recuerdo- se repite en Ramala a ojos del mundo entero sin que nadie logre detener la máquina de muerte de Sharon, para quien la sangrienta Operación Muro Defensivo culmina su brillante carrera de miles gloriosus, desde Sabra y Chatila a Yenín.
¿Podemos soportar aún con los brazos cruzados cuanto acaece en las ruinas de Palestina?
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