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Columna
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¡Hurra! por los Vips

A veces, las grandes ideas están dentro de los malos libros o de las malas películas, crecen sobre ellos como un moho al revés, una especie de moho admirable y benéfico que tira de ellos hacia la luz, en lugar de arrastrarlos hacia el olvido. Ahora estoy en Granada, pero ayer iba en un tren hacia Córdoba cuando vi una de esas películas en las que, de pronto, una gran idea -o al menos una idea lo suficientemente sugestiva como para conseguir que dejes lo que estás haciendo y te pongas a pensar- brilla en el fondo de un mal argumento como un mineral precioso en las paredes de una mina.

Era, sin duda, una mala película, de ésas con niño sabelotodo y adultos confusos, y la historia que contaba era ésta: de repente, una persona a la que un desconocido ha ayudado en un momento dramático de su vida, decide hacerle a su vez un favor importante a otro; no un favor pequeño, sino uno de grandes dimensiones que, de alguna manera, devuelva lo que ella ha recibido, equilibre el saldo de la bondad.

Pero el favor no es completamente gratuito, sino que se hace con una condición: en cuanto tenga oportunidad, el beneficiario de cada favor deberá hacer otro equivalente a otra persona, ésta a otra y así sucesivamente, hasta formar una cadena liberadora. Ésa es la idea de la película: si en lugar de quejarnos de todo y permanecer inmóviles en la trinchera de nosotros mismos, cada uno hiciésemos algo por otro, algo que ayudara a levantarse a alguien que ha caído, el mundo sería un lugar mucho mejor.

Muchos se reirán de esa idea y le pondrán encima un cartel con la palabra demagogia, o con la palabra utopía, pero a mí me gustó, me pareció coherente y no me pareció imposible. Quizá sea porque cada vez estoy más convencido de que lo contrario de utopía no es sensatez sino bomba, miseria, explotación, desigualdad, guerra, crimen...

Por fortuna, hoy abro los periódicos y veo que, a este lado de las películas y de los libros, esa utopía también puede ser verdad porque el grupo Vips, esa empresa que monta en las ciudades cafeterías de color naranja que también son quioscos, tiendas de ultramarinos y librerías y a la que tantas veces nos vemos abocados los noctámbulos hambrientos, acaba de firmar un acuerdo con el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid según el cual va a crear 1.500 empleos fijos durante este año y muchos de esos empleos serán destinados, de forma prioritaria, a mujeres que hayan sufrido maltratos y a inmigrantes con la documentación en regla.

No hay peligro, además, de que estemos ante una mera campaña propagandística como tantas otras, porque en la plantilla actual de los Vips -formada por 6.000 trabajadores en toda España- ya hay contratadas 200 mujeres que han sufrido maltratos, 13 de ellas en Madrid. Al leer esa noticia maravillosa me he acordado de la película sobre la cadena de actos nobles y seres generosos que vi en el AVE, camino de Córdoba.

Me pregunto si algún responsable de los Vips la habrá visto también y habrá querido ser como el personaje de Kevin Spacey, el maestro que la protagoniza y que al comenzar el curso les manda a sus alumnos, precisamente, ese trabajo: hacer alguna cosa que ayude a mejorar el mundo; tomar cualquier iniciativa, aunque sea a pequeña escala, que se oponga a tanta usura, a tanto egoísmo.

No sé que harán ustedes, pero yo, en cuanto vuelva a Madrid, pienso ir a cenar a un Vips o a cualquiera de sus filiales, Gino's, Tattaglia, Paparazzi, Rugantino, Teatriz, El Bodegón... Eso, para empezar.

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