Colbert expone en Venecia su visión fotográfica sobre el hombre y la naturaleza
Bianimalia abre su primera edición en un gran espacio del Arsenale
Una monumental instalación monográfica del artista canadiense Gregory Colbert (Toronto, 1960) sirvió como apertura de la primera edición de Bianimalia, una macroexposición fotográfica que rescata la relación del hombre con la naturaleza. Colbert, que ha dedicado los últimos nueve años al proyecto Ashes and Snow, inundó los 14.000 metros cuadrados del Arsenale veneciano con su visión sobre la naturaleza y la danza.
En años alternos a la Bienal de Venecia, el Ayuntamiento de la ciudad de los canales y la propia organización han puesto en marcha a partir de 2002 Bianimalia, un concepto de macroexposiciones que rescata la relación del hombre con la naturaleza. Anteayer la apertura de esta primera edición estuvo a cargo de una monumental instalación monográfica del artista canadiense Gregory Colbert (Toronto, 1960), creando una de las más extensas obras expuestas
y bajo el soporte de la fotografía; los 14.000 metros cuadrados del Arsenale veneciano se convirtieron en una especie de templo plástico, sonoro y místico para los postulados del fotógrafo que aúna elementos de la naturaleza y la danza hasta crear un discurso redentor y naturalista.
Tras nueve años de trabajo íntegramente dedicado a este proyecto, Gregory Colbert dio forma definitiva a Ashes and Snow, una especie de macrosueño compartido con artistas y técnicos de distintas disciplinas en varias partes del mundo, eludiendo intencionadamente cualquier patrocinio interesado de las grandes corporaciones. Más de diez viajes alrededor del mundo le llevaron a Birmania, Sri Lanka, Tailandia, Egipto, Dominica y Tonga para filmar y fotografiar sin descanso la interrelación entre las personas y algunos animales a los que considera el autor especialmente simbólicos: elefantes, cachalotes, manatíes, ibis, grullas antígonas, águilas reales y halcones gerifaltes, hasta conseguir un fresco infinito de imágenes en las que se desarrolla una lenta lírica interior muy calmada y que no elude un esteticismo a flor de piel, a veces edulcorado y perfeccionista, pero siempre sobrecogedor en su belleza y en sus imponentes proporciones.
Para algunos de estos trabajos Colbert llevó hasta India a la bailarina española Berta Bermúdez (que ha hecho una brillante carrera, primero con William Forsyth, en Fracfort, y con Nacho Duato, en Madrid), aportando su espléndido físico en contraste a la arquitectura y a la naturaleza más exuberante.
Sensualidad y misticismo
El fotógrafo también encontró en Sri Lanka un género muy especial de bailarinas que efectúan sus evoluciones bajo trance, y en pleno éxtasis las depositó en un orfelinato de elefantes. Resulta difícil de describir la belleza particular que consiguen estas escenas no exentas de sensualidad y misticismo.
El Arsenale renacentista resultaba al final una especie de templo milenario que reclamaba el tiempo en que los humanos reconocían su propia naturaleza animal, y que cuestiona qué es realmente lo que estamos perdiendo en el acelerado camino de la civilización. Colbert nos recuerda que estamos perdiendo una cierta sensibilidad poética ante algunas obras de la naturaleza como son estos animales, especialmente el elefante, su natural sentido del ritmo, su comportamiento social innato y su sensibilidad al sonido y al movimiento.
Colbert posee la máquina Polaroid más grande del mundo; ese formato monumental interviene en el proceso de las obras que componen esta instalación, que el autor considera indivisible e irrepetible por sus dimensiones e intención, y a veces las fotografías parecen enormes grabados, impresionadas sobre un artesanal papel japonés de dimensiones no comerciales y creado especialmente para él.
La exposición en el Arsenale de Colbert se podrá ver hasta el 6 de julio, y a partir de mayo cada noche en las aguas de los canales cercanos se proyectarán algunas de las imágenes. Uno de los momentos más emocionantes, además de las imágenes, es la sala donde la gigantesca fotografía se convierte en figuradas cajas de luz y agua sobre el suelo y al fondo, tras vetustas rejas, en una zona no restaurada de estas instalaciones, entre cascotes, escombros y herrumbre surgen luminosamente los rostros de los niños monjes budistas en meditación y se ven sobrevolados por halcones y otros pájaros.
Babelia
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