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El Museo d'Orsay reconstruye el camino hacia la abstracción de Mondrian

Una exposición reúne en París 110 obras del artista holandés

Las composiciones geométricas, de colores puros separados por gruesas líneas negras, son la imagen de marca de Piet Mondrian (1872-1944), un pintor que se asocia a la arquitectura internacional y al camino sin salida del arte contemporáneo. El Museo d'Orsay, de París, propone hasta el 14 de julio una retrospectiva del artista holandés que permite descubrir su trayectoria y sus distintas tentativas plásticas hasta 1914, antes de consagrarse como el pintor cuyas obras reproducen las enciclopedias.

Durante varios años, mientras vive modestamente de dar clases y de dibujos destinados a información científica, Mondrian intenta aprender las diferentes técnicas a partir de la observación de la obra de las grandes figuras -Israëls, Hals, Rembrandt- y se deja tentar por la libertad impresionista. 'Después de años de trabajo, mi obra, de manera inconsciente, empezó a desviarse más y más de los aspectos naturales de la realidad'. La curiosidad por la teosofía le lleva a interesarse por la esencia de las cosas y lo que él llama una 'plástica de relaciones determinadas'. Las influencias simbolistas se asoman en algunos de sus cuadros.

Entre 1897 y 1908, Mondrian revela ya su voluntad de explorar a fondo un tema. Un mismo lugar puede inspirarle 10 o 15 dibujos o pinturas distintas, a veces -casi siempre- con un predominio absoluto del dibujo; en otras, el color es el protagonista. Su gran preocupación es captar lo sustancial en las cosas, lo que permanece detrás de los cambios provocados por la luz o los estados de ánimo.

El puntillismo de Signac y la pincelada corta de Van Gogh también se suman a sus tentativas, en muchas oportunidades marcadas por una preocupación evidente por la composición geométrica, por una imagen que el agua duplica, por los juegos de simetría. En 1908, decide 'abandonar el color natural por el color puro' porque 'intuitivamente comprendí que los colores de la naturaleza no podían ser reproducidos y debía encontrar otro camino para expresar su belleza'. Y la solución está en que 'la claridad de ideas ande de la mano de la claridad técnica'. En esa época, el verde aún no ha desaparecido de su paleta, como pasará luego, cuando decida expulsdarlo de su vida de manera casi absoluta.

En 1911 viaja por primera vez a París y descubre lo que están haciendo los llamados fauves, y eso se traduce en una serie de telas de colores uniformes y planos, ya sean paisajes de dunas azules o molinos rojos sobre fondo azul. Pero el auténtico choque o revelación lo tiene en la galería de Kahnweiler, donde ve telas de Braque y Picasso: 'De pronto supe que sólo los cubistas habían descubierto el buen camino y durante mucho tiempo sentí su influencia'. Mondrian abandona los títulos y bautiza ahora sus obras utilizando números e identificándolas como series de composiciones.

Luego surgirá el Mondrian que todos conocemos, resultado de haber comprendido, 'poquito a poquito, que el cubismo no asumía las consecuencias lógicas de sus propios descubrimientos'. Él sí dará el salto al vacío. El mar, los árboles y las casas se irán desvaneciendo en formas rectangulares hasta que el motivo sea totalmente irreconocible. Pintura pura. Abstracción. Fin de trayecto.

Cuando vuelve a París, tras la Primera Guerra Mundial y la experiencia del De Stijl, mostrará su nueva manera de pintar que 'se esfuerza hacia una expresión plástica en función de las relaciones equilibradas puesto que es el equilibrio de estas relaciones lo que expresa del modo más puro la armonía y la unidad, propias al espíritu'.

Mondrian de 1892 a 1914, los caminos de la abstracción reúne 110 obras procedentes de medio mundo, pero sobre todo del museo de La Haya, y es una coproducción con el Kimbell Art Museum de Fort Worth (Texas).

<i>El molino rojo de Domburg</i> (1911), de Piet Mondrian, expuesto en el Museo d&#39;Orsay.
El molino rojo de Domburg (1911), de Piet Mondrian, expuesto en el Museo d'Orsay.RICARDO GUTIÉRREZ
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