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Reportaje:

Enseñanza contra la enfermedad

Un servicio de profesores a domicilio atiende a los alumnos convalecientes matriculados en Vizcaya

El País

Una larga convalecencia puede suponer un grave contratiempo para la evolución académica de un alumno. A la pérdida de horas de clase se le une la falta de contacto con el centro escolar, con todo lo que ello conlleva, incluida la ruptura con una parte muy importante del entorno afectivo del estudiante.

Desde hace seis años, un servicio especial de docentes atiende a los alumnos matriculados en Vizcaya que se encuentran en esa situación. El servicio de Asistencia Pedagógica Domicialiaria (APD) fue creado en el curso 1996-1997 por el Departamento de Educación del Gobierno vasco como un complemento de las aulas hospitalarias. Desde entonces, ha atendido a una media de 50 estudiantes cada curso en todo el tramo de la enseñanza obligatoria. Se trata de un servicio único en España, ya que en otras comunidades esta labor tan sólo la realizan voluntarios coordinados por diversas ONG.

La coordinación con el centro de referencia es fundamental para que el alumno no se descuelgue de su claseEmbajadores de la normalidad

El único requisito para poder acceder a este servicio es que el periodo de convalecencia sea superior a un mes. En ese caso, los padres pueden solicitarlo al centro escolar en que se encuentra matriculado el alumno, aportando el correspondiente certificado médico. Después es el propio centro el que se encarga de tramitar la solicitud ante la delegación provincial del Departamento de Educación.

'Entonces entramos en acción nosotros', explica Luis Miguel Metola, profesor que trabaja en este servicio desde su creación. 'Nos ponemos en contacto con el centro de referencia del alumno para comentarles que su solicitud está aceptada y que tenemos que iniciar las labores de coordinación'.

Precisamente los docentes adscritos a la APD subrayan la importancia que tiene una buena coordinación con los profesores de referencia del alumno. 'Nosotros no somos profesores particulares', dice Aitor Petralanda, otro de los maestros con más antigüedad en el servicio, 'por ello el centro debe tener claro qué asignaturas o áreas se deben trabajar, teniendo en cuenta que no podemos impartir todas'.

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De esa forma, antes de realizar la primera visita al alumno, los responsables de la APD se reúnen con sus profesores y el tutor, que les explican cuál ha sido la materia impartida hasta ese momento y la que falta para completar el curso. El centro de referencia se encarga también de facilitar tanto el currículum del curso como el material lectivo necesario para llevarlo adelante, así como de la elaboración y corrección de los exámenes.

Esa coordinación sirve también para evitar el desarraigo del alumno con respecto a sus compañeros de clase, ya que los profesores a domicilio se convierten muchas veces en transmisores de información no necesariamente relacionada con la materia que imparten, desde cartas de otros alumnos a avisos sobre actividades extraescolares.

Tranquilidad y seguridad

'Desde el momento en que tienes una persona que está en contacto con el centro de referencia, la sensación de tranquilidad y seguridad para el alumno es mayor', explica Ángel Martínez, director del Instituto Antonio Trueba de Barakaldo (Vizcaya), que actualmente tiene un alumno atendido por este servicio.

Una vez claras las materias a impartir, los profesores visitan al alumno dos o tres veces a la semana, entre hora y media y dos horas al día. En el caso de los alumnos de Primaria, se imparte una enseñanza generalista con un especialista en inglés, mientras que los alumnos de secundaria reciben clases de Ciencias, Lenguas y Sociales.

Hasta ahora este servicio sólo ha funcionado de manera normalizada en Vizcaya dentro de la Comunidad Autónoma Vasca. La intención del Departamento de Educación es extenderlo el próximo curso a Álava y Guipúzcoa, según ha declarado a EL PAÍS la responsable de ese área, Anjeles Iztueta. 'Vistos los buenos resultados obtenidos en Vizcaya, creemos que ha llegado la hora de asentar el servicio en los otros territorios', afirma Iztueta, para quien la asistencia a los alumnos enfermos es 'una cuestión de solidaridad' que debe ser atendida por las administraciones públicas.

Los beneficios de la asistencia domiciliaria son especialmente evidentes en el caso de alumnos que sufren largos periodos de convalecencia. Azucena Municio, madre de un niño aquejado de artritis crónica, conoce muy bien esa realidad. Su hijo casi nunca ha podido asistir con normalidad a la escuela. Cuando lo hacía, los resultados eran desalentadores: retraso evidente con respecto a sus compañeros y falta de motivación. 'Me decía que sus compañeros sabían leer y él no', explica la madre. Gracias a la asistencia domiciliaria, el niño ha recuperado parte del terreno perdido; ha aprendido a leer y, lo que es más importante, 'tiene ilusión de ir al colegio'.

Esta madre sólo tiene una queja: que el servicio no atienda a los alumnos de preescolar. 'Ojalá lo hubiéramos tenido antes', afirma.

Son las ocho y media de la mañana. Los profesores del servicio de Asistencia Domiciliaria están reunidos antes de iniciar el recorrido de hoy. 'Primero a Gernika y luego Getxo', dice uno de ellos.

Todos son profesionales de la enseñanza. Cuatro de ellos tienen plaza fija y el resto son contratados en función de las necesidades del servicio. La única peculiaridad es que, al ser llamados, pueden rechazar la plaza sin perder la preferencia en las listas de sustitutos.

No es de extrañar. Las especiales características de este trabajo hacen que los maestros se tengan que enfrentar a situaciones personales muy duras.

Hay que tener en cuenta que algunos de los alumnos a los que asisten sufren enfermedades graves. Precisamente la asociación de ayuda a los niños oncológicos, ASPANOVAS, ha sido uno de los principales solicitantes de este servicio desde su creación.

Aún así, los responsables del servicio tienen muy claro que su función es sólamente enseñar. 'No somos psicólogos ni asistentes sociales. Debemos centrarnos en nuestro trabajo, porque si no, la problemática familiar nos absorbería de tal manera que no podríamos desarrollar nuestra labor', apuntan.

Esa actitud es fundamental para la labor educativa que realizan estos profesionales. En ese sentido, subrayan la necesidad de no bajar el nivel de exigencia y de no tratar con 'indulgencia' a los alumnos por el hecho de que estén enfermos. Lo contrario, dicen, 'sería hacerles un flaco favor'.

Como profesionales de la enseñanza, confiesan la satisfacción que les produce trabajar en este servicio, a pesar de la dureza de su labor. 'No es lo mismo explicar una materia para 25 alumnos que para uno sólo', explican.

Muchas veces, se convierten en algo más que simples profesores para sus alumnos. Les esperan como 'la novedad' que rompe la monotonía de la convalecencia. Una de las docentes lo explica así: 'Para ellos eres el contacto con el exterior, el embajador de la normalidad'.

Embajadores de la normalidad

Son las ocho y media de la mañana. Los profesores del servicio de Asistencia Domiciliaria están reunidos antes de iniciar el recorrido de hoy. "Primero a Gernika y luego Getxo", dice uno de ellos.

Todos son profesionales de la enseñanza. Cuatro de ellos tienen plaza fija y el resto son contratados en función de las necesidades del servicio. La única peculiaridad es que, al ser llamados, pueden rechazar la plaza sin perder la preferencia en las listas de sustitutos.

No es de extrañar. Las especiales características de este trabajo hacen que los maestros se tengan que enfrentar a situaciones personales muy duras.

Hay que tener en cuenta que algunos de los alumnos a los que asisten sufren enfermedades graves. Precisamente la asociación de ayuda a los niños oncológicos, ASPANOVAS, ha sido uno de los principales solicitantes de este servicio desde su creación.

Aún así, los responsables del servicio tienen muy claro que su función es sólamente enseñar. "No somos psicólogos ni asistentes sociales. Debemos centrarnos en nuestro trabajo, porque si no, la problemática familiar nos absorbería de tal manera que no podríamos desarrollar nuestra labor", apuntan.

Esa actitud es fundamental para la labor educativa que realizan estos profesionales. En ese sentido, subrayan la necesidad de no bajar el nivel de exigencia y de no tratar con "indulgencia" a los alumnos por el hecho de que estén enfermos. Lo contrario, dicen, "sería hacerles un flaco favor".

Como profesionales de la enseñanza, confiesan la satisfacción que les produce trabajar en este servicio, a pesar de la dureza de su labor. "No es lo mismo explicar una materia para 25 alumnos que para uno sólo", explican.

Muchas veces, se convierten en algo más que simples profesores para sus alumnos. Les esperan como "la novedad" que rompe la monotonía de la convalecencia. Una de las docentes lo explica así: "Para ellos eres el contacto con el exterior, el embajador de la normalidad".

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