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Entrevista:SERGIO COFFERATI | Secretario de la CGIL

'No pretendo derribar al Gobierno de Berlusconi'

Sergio Cofferati, nacido en Cremona (Lombardía) hace 54 años, es el secretario general de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL, en sus siglas en italiano), principal sindicato de Italia. En una entrevista con El PAÍS niega que aspire a liderar a la izquierda italiana, desnortada tras el fracaso electoral de mayo del año pasado. Su nombre se cita, sin embargo, como el único capaz de devolverle a la izquierda una esperanza de regreso al poder.

Cofferati ha dirigido la batalla sindical contra la política económica y social del Gobierno de Silvio Berlusconi, que, tras la manifestación masiva del 23 de marzo, alcanzará una de sus cotas máximas con la huelga general convocada para el próximo 16 de abril. El líder de la CGIL, un sindicato de mayoría de izquierdas, es visto como una amenaza para la supervivencia del Ejecutivo. Pese a ello, Cofferati, sentado en su despacho de la imponente sede sindical de Corso Italia, en Roma, niega rotundamente este extremo: 'No pretendo derribar al Gobierno de Berlusconi, sólo quiero que cambie una parte de su política económica y social'.

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Pregunta. Todo el mundo lo ve como la esperanza de la izquierda italiana.

Respuesta. No, soy el secretario general de la CGIL. No niego que haya recibido atención y respeto, pero ya tengo una tarea bastante difícil.

P. Muchos están seguros de que pasará a la política cuando deje en junio la dirección de la CGIL; sobre todo, por la crisis de liderazgo de la izquierda.

R. Lo que pienso hacer lo he dicho ya muchas veces. No sé por qué no me cree la gente. Volveré a la Pirelli, donde trabajaba. Es la elección más justa. Creo que los relevos son necesarios. Además, me parece erróneo pasar de una experiencia de representación social a una de representación política.

P. Dejará a la izquierda un poco sola, un poco perdida.

R. No. Veo cosas positivas, todos estos movimientos de intelectuales, de ciudadanos, señalan unas exigencias, no piensan en crear cosas nuevas. Lo que piden a la política es que se haga responsable de sus exigencias, y la política tiene que acogerlos. Hay quienes piden una oposición más radical y también hay gente que pide a la izquierda un proyecto. Es un momento muy interesante, hay que ser capaz de construir un proyecto de sociedad que aglutine todas estas sensibilidades. El problema de los dirigentes es posterior. Si se antepone el problema de la dirección de una coalición a la propuesta política que ofrece, se comete un error.

P. Faltará un proyecto, pero es evidente que se critica a Massimo D'Alema y a Piero Fassino por haber sido blandos con Berlusconi. ¿Qué opina usted?

R. No he tenido nunca la menor duda respecto a la legitimidad del Gobierno, igual que en el caso de los Gobierno anteriores elegidos por los ciudadanos; aunque este Gobierno tiene una característica un tanto anómala y novedosa, y es que ponen en juego dos aspectos muy distintos: por una parte, la imitación de los modelos neoliberales, y por otra, el populismo. Todo eso representa una mezcla muy nueva, muy particular. Se dice que imitan a Margaret Thatcher, pero no es así.

P. También Margaret Thatcher era populista, como se vio en la guerra de las Malvinas.

R. Bueno, pero no era populista en la política económica y en las políticas sociales; aunque en la política internacional sí que lo fue. Volviendo a su pregunta, para nosotros está fuera de discusión la legitimidad del Gobierno, pero no compartimos su política económica y social; por consiguiente, creo que mi tarea es diferente a la de la política. El sindicato tiene un papel más reducido, porque nuestras funciones de representación son mucho más limitadas, y deben seguir siéndolo. ¡Menudo problema si no fuera así!

P. Un papel más reducido pero crucial. Las tres confederaciones han convocado una huelga general, cosa que no ocurría desde hace 20 años, contra la decisión de suprimir el artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores. ¿Cuál es la importancia de este artículo?

R. Habría que preguntárselo al Gobierno, porque para nosotros está bien tal y como está. Es una norma que impide a las empresas despedir sin justificación. Su función es disuasoria. Lo que no tiene fundamento, y las estadísticas lo demuestran, es decir que suprimirlo sería una ventaja para el crecimiento económico. Es absurdo.

P. El mercado de trabajo italiano ha sido descrito como uno de los más rígidos de Europa.

R. Eso es una leyenda.

P. Es una acusación que llega incluso de la UE.

R. En lo que respecta a la flexibilidad, hay sistemas más rígidos que el italiano. Además, las empresas italianas disponen de instrumentos que ningún país europeo ha tenido: hablo de los amortiguadores sociales, como las jubilaciones anticipadas, que han ayudado a reestructurar las empresas en los años setenta pero que después han traído problemas, porque, cuando las personas se ven obligadas a dejar el trabajo siendo todavía jóvenes, lo que hacen es seguir trabajando en negro. Todo ello representa costes enormes para el sistema de la Seguridad Social, porque hay que pagarles la pensión durante más tiempo. Eso hay que cambiarlo.

P. Parece difícil.

R. Las empresas italianas se encuentran con dificultades porque no han innovado ni han elevado la calidad del trabajo. Entonces creen que pueden volver a ser competitivas recortando costes. ¿Las prestaciones sociales cuestan?, pues a reducirlas; ¿los derechos cuestan?, pues a reducirlos. Es un camino equivocado que lleva al conflicto social. Hay que buscar instrumentos de solidaridad para mantener el empleo incluso cuando la empresa está en crisis: con contratos de solidaridad, con reducción de horarios o reducción de salario por el tiempo necesario mientras se resuelve la crisis, y con una contribución del Estado para que estos trabajadores puedan mantener su puesto.

P. Se acusa a las centrales sindicales de defender sólo a una parte de los trabajadores; es decir, a los que tienen puestos de trabajo fijos.

R. Creo que no existe ya en la mente de casi nadie la idea de un trabajo para toda la vida. Pero la posibilidad de un trabajo indefinido debe existir. La estadística confirma que, cuando la economía crece, son las propias empresas las que necesitan estabilizar las relaciones laborales y tener empleados fieles. Es igual que con la inmigración: una parte de las empresas del norte sostienen a formaciones políticas contrarias a ella.

P. ¿Se refiere a la Liga Norte?

R. ...y luego al día siguiente van a la oficina de colocación para contratar inmigrantes.

P. Berlusconi ha insinuado que los sindicatos, y la CGIL en particular, intentan derribar al Gobierno.

R. En absoluto. Los Gobiernos nacen y concluyen su actividad por efecto de las dinámicas políticas que se producen en el Parlamento. El objetivo de la CGIL no se ha centrado nunca -en las presentes circunstancias ni en otras- en las configuraciones políticas de los Gobiernos o en la idea de derribarlos. ¿Sabe cuál es nuestro objetivo? Obligar a este Gobierno a llegar a un acuerdo con nosotros que sea positivo para las personas que representamos. Mi objetivo es que se cambie una parte consistente de su política económica y social. Eso es todo.

Sergio Cofferati.
Sergio Cofferati.REUTERS

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