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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las otras Safiyas

Safiya Hussaini se ha librado de la condena a lapidación por adulterio. Un tribunal de apelación islámico en el norte de Nigeria la ha absuelto, en contra del criterio anterior de otra corte, por defectos del procedimiento judicial al parecer indudables, pues la acusada no fue suficientemente bien informada de su caso por la policía o por el primer tribunal. La corte superior ha creído quitarse de encima el caso, declarando la absolución por una cuestión formal del procedimiento, sin entrar en la cuestión de fondo. Por desgracia, hay otras Safiyas. A la vez que se anunciaba la absolución de Hussaini llegaban noticias de otra condena a lapidación por adulterio dictada el viernes por otro tribunal nigeriano contra Amina Lawal. Sólo una interpretación extremista y abusiva del Corán lleva a convertir el adulterio en delito penal castigado con la lapidación o con otras penas que implican degradación y sufrimiento físico, como los latigazos.

El caso de Safiya ha puesto de relieve la profunda división religiosa entre musulmanes, cristianos y animistas que sufre Nigeria, el país más poblado de África e importante fuente petrolera. En 12 de los 36 Estados que componen la federación, los gobiernos locales han impuesto una versión integrista e inhumana de la sharia que han denunciado numerosos musulmanes. De poco ha servido que el Gobierno central haya dictado que ésta no se podía imponer en contra de la Constitución. Pero también ha quedado de relieve que Nigeria no es un Estado propiamente dicho, sino que pertenece más bien a la categoría de los Estados fallidos, en los que el Gobierno no llega a todo el territorio.

De haber sido condenada y ejecutada, Safiya Hussaini se hubiera convertido en la primera mujer lapidada en Nigeria tras la imposición, dos años atrás, de la sharia en esos territorios. El temor al aislamiento internacional ha pesado. La cara positiva del caso de Safiya, convertida en emblema de defensa de los derechos humanos, es que ha funcionado con enorme eficacia la presión de los Gobiernos extranjeros y de las ONG transnacionales, que han recabado la solidaridad con el lema 'firmas por piedras'. Ahora la presión debe continuar, pues hay otras Safiyas en peligro de muerte, como hay otros hombres, homosexuales o no, que en Nigeria o en otros lugares del globo se ven sometidos a ordenamientos inhumanos y denigrantes.

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