Manifestante
En diciembre acudí a Laeken a manifestarme con otros 100.000 trabajadores y trabajadoras en la manifestación convocada por la Confederación Europea de Sindicatos. No voy a referirme ahora al hecho de que dicha manifestación obtuvo menos repercusión en los medios de comunicación que la que un día después protagonizó menos de una cuarta parte de manifestantes antiglobalización. No es momento de polémicas sobre los criterios con los que los medios tratan unos u otros eventos. Me interesa contar mi experiencia de manifestante en una nación democrática europea.
Así, nada más entrar en el metro de Laeken, fui recibido por trabajadores municipales que nos entregaban un mapa de la ciudad con el recorrido de las dos manifestaciones y un saludo del Ayuntamiento, en el que, tras afirmar que el derecho a manifestarse era un derecho democrático ampliamente consolidado en Bélgica, nos pedían que respetáramos el itinerario pactado y nos demandaban que causásemos el menor perjuicio posible al resto de la ciudadanía, porque de esta manera nuestras razones tendrían más fuerza y conseguirían más apoyo popular.
He recordado esto al ver qué distinta es la reacción de nuestros gobernantes españoles, quienes, ante el ejercicio democrático del derecho a manifestarse, han preferido jugar a asustar a la población, desalentar a los manifestantes suspendiendo la libre movilidad de personas (no de capitales), descalificar a la oposición e insultarnos a todos mezclándonos con Batasuna. A estos personajes se les ve la derecha autoritaria en cuanto se descuidan.
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