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CONDENADO EL EX ALCALDE DE ORIHUELA

Los idus de marzo

Luis Fernando Cartagena cumplió ayer 48 años. Hace exactamente cuatro, el mismo día de su cumpleaños, acudió al Palau de la Generalitat para sopesar con Eduardo Zaplana la posibilidad de renunciar a su cargo de consejero de Obras Públicas a raíz de su supuesta implicación en el caso de las cesiones de crédito abierto en 1992 contra el Banco Santander y decenas de sus clientes por ofrecer y contratar, respectivamente, depósitos opacos al fisco cuyos rendimientos nunca fueron declarados a Hacienda. Cartagena anunció su dimisión al día siguiente en la sala de prensa del Palau y acompañó a Zaplana al balcón del Ayuntamiento para seguir la mascletà junto a Rita Barberà. Por la tarde, José Luis Olivas, entonces consejero de Hacienda y, como ahora, secretario general del PP de la Comunidad Valenciana, le acompañó a los toros.

Todos los gestos eran de tranquilidad, pero lo cierto es que Cartagena truncó una carrera política brillante para evitar, dijo entonces, que la difusión 'impúdica' de asuntos privados fuera utilizada para 'teñir con vitolas de corrupción' al PP de la Comunidad Valenciana.

Cartagena nació y estudió medicina en Madrid, pero siempre estuvo vinculado a Orihuela, donde su padre fue alcalde franquista durante 12 años. Su talante liberal le llevó a militar en UCD durante los primeros años de la transición, pero se integró en Alianza Popular en 1982 y logró acta de concejal en las elecciones municipales de 1983. Ascendió a la alcaldía de Orihuela en 1986 a través de una moción de censura apoyada por el CDS. Y se asentó en el cargo. En mayo de 1995 llegó a ser el alcalde más votado de España en una localidad de más de 50.000 habitantes.

Combinó la alcaldía con su condición de diputado nacional por Alicante desde las elecciones generales de 1989 y encabezó la candidatura del PP, también por Alicante, en las elecciones autonómicas de 1995 que elevaron a Zaplana, cabeza de lista por Valencia, a la presidencia de la Generalitat.

Liberal convencido, Cartagena formaba parte del núcleo duro de dirigentes alicantinos del PP que arroparon a Zaplana en su carrera desde la alcaldía de Benidorm hasta el Palau de la Generalitat. La leyenda cuenta que Zaplana asumió la presidencia provincial del partido en Alicante en 1990 ante un parpadeo de Cartagena en un tuya mía de última hora.

La estrecha relación entre el alcalde de Orihuela y el alcalde de Benidorm estuvo teñida siempre de un notable recelo de Zaplana hacia un íntimo colaborador demasiado capaz de desbancarle. Cartagena tenía la planta, el discurso y el carisma suficientes para hacer sombra a cualquiera de sus colegas del Consell.

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Al margen del amplio apoyo ciudadano que logró consolidar en Orihuela, Cartagena ejercía su influencia en toda la comarca de La Vega Baja, feudo de la especulación urbanística y pasto de la contaminación de los intereses públicos y empresariales.

Cuando fue objeto de investigación por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana en una pieza separada del caso de las cesiones de crédito abierta por su condición de aforado, Zaplana reiteró su confianza en él -su esposa mantiene el rango de subsecretaria-. Cuando renunció al cargo, el presidente de la Generalitat hizo elogio de su valía y apostó por su pronta reincorporación a la vida pública.

Cartagena nunca se quitó la camiseta, pero, desde su dimisión, prefirió deslizarse hacia el anonimato y esperar que, en años venideros, los idus de marzo le fueran más propicios, pero no ha sido así.

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