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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más que comercio

Tras el acero, EE UU amaga con introducir medidas proteccionistas a la importación de semiconductores y de diversos productos agrícolas. Tras estos pasos que tienen un claro componente clientelista, la Administración de Bush no esconde que hay otro propósito mucho más ambicioso: forzar a Europa y a Japón a tomar medidas para que crezcan sus economías y que Estados Unidos deje de ser locomotora única en detrimento de su balanza comercial.

Es la primera vez que esta Administración vincula de un modo tan directo economía y comercio. Su aspiración, declarada públicamente, es que Japón y los países de la UE colaboren en la depreciación del dólar y compren made in USA para reducir un déficit por cuenta corriente que supera el 5% del PIB, con Europa como uno de sus principales inversores extranjeros. Washington quiere que le solucionen sus problemas sin hacer nada para que se deprecie el dólar. Parece ignorar que el margen de maniobra de los Gobiernos en la zona euro es muy estrecho. Las primeras escaramuzas de lo que podría degenerar en una guerra comercial constituyen una intromisión de enorme calibre por parte de EE UU, que al mismo tiempo pone de relieve la necesidad de una mayor coordinación entre las principales economías del mundo.

La UE ha reaccionado con cautela al llevar el caso ante la Organización Mundial de Comercio para que ésta se pronuncie -sería aconsejable que con rapidez- sobre la subida de hasta un 30% de los aranceles a la importación de algunos aceros en EE UU, y pedir compensaciones de hasta 2.000 millones de euros en otros productos. Si EE UU aplica medidas de protección a sus sectores agrícola y electrónico no sólo echará piedras sobre su propio tejado, como ocurrirá con un acero encarecido, sino que los que más sufrirán serán los países menos desarrollados y las economías que necesitan la apertura de los mercados europeo y estadounidense. El momento no podía haber sido peor elegido, en plena crisis internacional a resultas del 11-S y del tremendo deterioro entre israelíes y palestinos. Pero las medidas proteccionistas de EE UU tienen al menos un mérito: han unido a todos los miembros de la UE. En contra.

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