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LAS PRIMERAS ELECCIONES DIRECTAS A RECTOR

Las campañas electorales llegan a la Universidad

Tres centros catalanes y uno valenciano estrenan con resultados dispares las nuevas elecciones a rector

Las universidades de Valencia, Girona, Autónoma de Barcelona y Politécnica de Cataluña han sido las primeras en estrenar el nuevo sistema de elección del rector por sufragio universal directo ponderado, es decir, en las que estudiantes, profesores y personal administrativo y de servicios han votado directamente a su candidato preferido. En el breve espacio de tiempo que ha transcurrido desde la polémica aprobación de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) a finales del año pasado, se ha pasado del modelo parlamentarista, en el que la soberanía residía en el claustro de cada universidad y era éste -una vez constituido y asentado y con las parcelas de poder bien definidas- el que elegía al rector, a un modelo presidencialista. En éste, el poder se juega a una sola carta en las urnas, con la incertidumbre del sufragio universal, aunque sea ponderado. Vírgenes ante esta tesitura, sin un solo referente en el que mirarse, cada universidad que ha estrenado este sistema ha reaccionado de modo muy distinto.

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La Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) ha optado por no arriesgarse. Tras ocho años de mandato de un rector con la personalidad y la habilidad política de Carles Solà, la Academia -los profesores y catedráticos titulares a los que la LOU concede la mayoría- pactó una candidatura única de consenso, considerablemente continuista, a tenor del historial del nuevo rector, el catedrático de la Facultad de Veterinaria Lluís Ferrer Caubet, que ya era miembro del anterior equipo de gobierno, y también muchos de los que forman su equipo.

Obviamente, Ferrer ganó. Sólo hubiera sido necesario que se votara a sí mismo porque aunque votara un solo profesor funcionario su voto valdría el 51% del total, es decir, más que el resto de los colectivos. Pero el resultado ha sido una abstención abrumadora. Del total de 41.450 electores que componen el censo de la UAB, sólo 2.418 (el 5,8%) se molestaron en acudir a las urnas, de los que 1.349 votaron por la única candidatura que se presentaba. El nuevo rector de la UAB ha sido elegido por el 3,2% del colectivo. No sólo los estudiantes propugnaron la abstención activa, recorriendo las facultades, sino que incluso el profesorado se mostró remiso a la hora de votar, sólo un 55% de los catedráticos y titulares lo hicieron.

En sentido estricto no puede decirse que hubiera campaña electoral. Ciertamente, el candidato a rector y los miembros de su candidatura explicaron su programa facultad por facultad y colectivo por colectivo. Probablemente esta baja intensidad, combinada con la oposición de los colectivos asamblearios de estudiantes, muy beligerantes contra la LOU, ayudó a que la primera elección directa de rector en la Autónoma de Barcelona se saldara con una participación ridícula. El temor a las posibles interferencias de estos estudiantes radicales en la votación, resultó ser infundado, pero el nuevo rector se mostraba satisfecho por la tranquilidad con que había transcurrido la jornada electoral.

Todo lo contrario ha sucedido en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y en la Universidad de Valencia. Los ingenieros catalanes se plantearon la elección a rector como un debate de fondo sobre el modelo de futuro de la institución que define la ciencia aplicada en una zona tan altamente industrializada como Barcelona y su entorno. Dos candidatos muy distintos, un ingeniero industrial, Josep Ferrer Llop, y un ingeniero de Telecomunicaciones, Lluís Jofre, representantes de dos concepciones distintas del modelo politécnico, protagonizaron una reñida campaña electoral.

No abundaban los carteles ni la propaganda. Todo lo más podían encontrarse aquí y allá, discretos pero efectivos avisos de dónde y cuándo un candidato presentaba su programa. Nada fácil en una universidad de casi 30.000 estudiantes, 2.258 profesores, y más de un millar de miembros del personal de Administración y servicios, repartidos por 15 centros propios y ocho adscritos, con campus en Barcelona, Manresa, Vilanova i la Geltrú, Terrassa, Igualada, Castelldefels, Mataró, Sant Cugat del Vallès y Canet de Mar. Todo un reto para los candidatos.

Al margen de la presencia física, la campaña electoral de la UPC se caracterizó también por la intensidad con que se vivió en la Red. Los foros de los candidatos hervían. Y lo cierto es que una simple mirada al propio diseño de las páginas web definía a los pretendientes al rectorado.

La campaña de la UPC también ha estado marcada por elementos ciudadanos tan relevantes como el posible traslado a la parte de la playa que se recuperará con el Foro 2204, en la desembocadura del Besós, de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales, una de las más tradicionales, cuestión sobre la cual discrepaban los candidatos. Finalmente ganó Josep Ferrer Llop.

La Universidad de Girona pareció ejemplificar el modelo más obvio: un candidato con el apoyo de los poderes fácticos, es decir, del rector saliente, y un aspirante por el que nadie apostaba y que finalmente ganó. Lo sucedido en Girona, además, puso en evidencia algunas de las lagunas que deja la LOU por resolver. El vencedor, Joan Batlle, obtuvo el 50,68% de los votos ponderados, contra el 49,32% de su oponente Sergi Bonet. La junta electoral se planteó incluir los votos en blanco, de modo que Batlle quedaba por debajo del 50%, lo que forzaba una segunda vuelta.

En las elecciones celebradas en Valencia no se contaron los votos en blanco y el texto de la LOU señala: 'Será proclamado rector, en primera vuelta, el candidato que logre el apoyo proporcional de más de la mitad de los votos a candidaturas válidamente emitidos'. La ley podía haber mencionado expresamente si cuentan o no los votos en blanco. Al final, en Girona, la junta decidió ratificar a Batlle. La junta, sin embargo, consultó al ministerio. La respuesta, que llegó más tarde, era un informe no vinculante, validando el proceso.

S. RODRÍGUEZ

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Las elecciones del pasado lunes en la Universidad de Girona han convulsionado los cimientos de la institución. Joan Batlle, tildado de candidato utópico, de activista de la izquierda trasnochada, de idealista sin posibilidades, parecía destinado a ejercer de contrincante previo a mayor gloria del candidato continuista, el vicerector primero Sergi Bonet, que se había rodeado de un influyente equipo de pesos pesados con años de gestión a sus espaldas. Toda la comunidad veía a Bonet como el delfín de Josep Maria Nadal, el carismático rector que ha regido los destinos de la universidad desde su fundación. En sus filas figuraba incluso un concejal del equipo de gobierno socialista del Ayuntamiento de Girona. ¿Qué podía hacer un esforzado catedrático especialista en robótica submarina contra la potente maquinaria electoral diseñada por el stablishment? La respuesta es ganar. Batlle obtuvo el 50,7% de los votos ponderados, contra el 49,3% de su oponente. Estudiantes y personal no docente fueron decisivos para su victoria, si bien el profesorado no apoyó la opción continuista como se esperaba. Los candidatos acometieron la campaña electoral de formas muy distintas. Mientras Batlle recorría las diferentes facultades con su ordenador portátil bajo el brazo, cual vendedor de enciclopedias convencido de su producto, exponiendo con vehemencia a audiencias raquíticas un programa de grandes trazos, Bonet se movía entre bastidores, difundía su detallado y racional programa por sectores y reunía a grupos influyentes en comidas de trabajo. Batlle quería debates abiertos a todos, pero Bonet era reacio a participar en lo que definió como 'shows mediáticos'. Pero Batlle captó muchos votos de descontentos, de sectores ávidos de romper con el pasado y acabar con el enquistamiento de ciertos cargos. La derrota fue mal digerida por los perdedores. La junta electoral, que debía validar los resultados en un simple trámite, estuvo reunida más de ocho horas. Según explicó el rector en funciones, algunos profesores habían manifestado dudas sobre la legalidad del proceso electoral y pedían que se contaran los votos en blanco en el cómputo general, lo que hacía que Batlle no llegara a la mayoría absoluta, forzando una segunda vuelta. Empezó a hablarse de intento de 'pucherazo'. A última hora de la tarde, la junta decidió ratificar por unanimidad a Batlle como rector. Al día siguiente, Bonet reafirmó con rotundidad la legitimidad del proceso electoral. La elección de Batlle ha abierto esperanzas y grandes incógnitas. Por primera vez en la historia de la universidad española, su equipo de ocho vicerrectores se escogerá por sufragio en cada facultad y los estudiantes podrán entrar en el equipo de gobierno con sueldo de becario.

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