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Reportaje:

Justicia para M.

Una madre pide que se juzgue al sacerdote de un tribunal eclesiástico acusado de abusar de su hija desde que tenía cuatro años

Justicia antes de que sea demasiado tarde. La madre de M. (inicial de una joven de 25 años que en 1997 denunció a un sacerdote por haber abusado sexualmente de ella durante ocho años cuando era niña), pidió ayer que se juzgue rápidamente al acusado, J.M.P., que ahora tiene 72 años. 'Hay que sentarle en el banquillo, aunque pueda evitar la cárcel por motivos de edad', señaló la abogada Carmen Roney, quien ejerce la acusación popular en nombre del Consejo de la Mujer de Madrid.

En la misma conferencia de prensa, Empar Pineda, de la Asamblea Feminista de Madrid,acusó de 'complicidad' a la Conferencia Episcopal 'por no haber tomado cartas en un asunto que conoce'. Según las denunciantes, el sacerdote era miembro del Tribunal Eclesiástico de la Diócesis de Madrid, en cuya sede supuestamente cometió 'muchas de las violaciones' de la niña los fines de semana. Este periódico intentó, sin éxito, conocer las versiones de las diócesis de Madrid y Alcalá de Henares. De esta última depende ahora el clérigo y ex canónigo.

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La pesadilla de M. se inició a los cuatro años, cuando J. M.P. se alojó como huésped en casa de su madre, recién separada y con problemas económicos. 'Empecé a notar que la niña cambiaba y estaba triste, pero él lo atribuía a que echaba de menos a su padre', recordaba la madre, que 'nunca' sospechó del sacerdote. 'La niña también tenía moratones a menudo, pero decía que se había caído. No me dejaba verla cuando se duchaba', añadió.

El cura, que ayudó a la mujer a tramitar su nulidad matrimonial, logró tener una gran influencia sobre la familia, según se desprende del relato materno. 'A veces, éltraía a casa a un niño y a una niña tan tristes como mi hija', recuerda. La madre sospecha que ellos también habrían podido padecer abusos. 'Si existen más víctimas, pedimos que lo denuncien', dice Pineda.

El sacerdote permaneció en el domicilio, en una localidad próxima a Madrid, hasta que la cría cumplió 12 años. 'Se fue tres o cuatro meses después de que ella tuviera su primera menstruación. Controlaba rigurosamente sus reglas. Le entró mucha prisa por marcharse y se puso violento. La niña seguía triste y sin decir qué le pasaba', relata la madre.

De psicólogo en psicólogo, la chica callaba su problema. A los 19 años se lo contó avergonzada a su madre. Luego, en un tratamiento de hipnosis regresiva bajo tutela judicial, M. detalló los abusos, vejaciones y palizas. Aún padece las secuelas de una infancia truncada.

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