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Columna
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No verdad

El emperador ha conseguido superar el atraganto de una galletita y ha recuperado la lucidez. Pertenece a la raza de emperadores que no pueden mascar chicle y bajar una escalera al mismo tiempo, como Gerald Ford, pero no llega a la capacidad de robarse el billetero a sí mismo, como Richard Nixon. Recuperada la lucidez, declaró que el Imperio ya no va a volver a contar mentiras, ni siquiera a sus aliados, ni siquiera a Javier Solana, pero nada dijo el emperador sobre las mentiras que ya circulan por el mercado de la verdad sin parecer mentiras. Peor que la mentira es la no verdad, como ya trataron de demostrar algunos filósofos de la Escuela de Francfort, y la capacidad de no verdad del actual Imperio supera la de cualquier otro anterior.

Quedan bajo sospecha el ántrax y Bin Laden. ¿Verdad o mentira? El ataque de ántrax sólo duró lo suficiente para justificar la existencia de un enemigo interior que debía ser vencido en el exterior y Bin Laden bien pudiera ser un diseño virtual, a manera de superación subliminal de Atila, el Gran Khan, Fu Manchú y el Dr. No. ¿Es cierto que el jefe de los talibanes, a pesar de ser tuerto, consiguió escapar en una vespa, es un decir, o se trata de una coartada para justificar el ampliado presupuesto militar del Imperio? Y estamos en el terreno clarísimo que distingue Verdad o Mentira, sin entrar todavía en el de la No Verdad plena, como el juicio a Milosevic.

Mientras el truculento dirigente serbio era el acusado, formó parte del selecto mercado de verdades de los más poderosos medios de información del Imperio, pero desapareció como mercancía informativa en cuanto se convirtió en impugnador de tan militante tribunal, en ridiculizador de la presidenta, así como en acusador de los que le acusan y que en algún momento de su vida, y nuestra historia, le respaldaron como estadista imprescindible. Empezó la CNN, fijadora del canon de verdad del Imperio, ninguneando el juicio de La Haya y disciplinadamente todos los medios palanganeros fundieron en negro y se fueron a por otro frente de la Libertad Duradera, una No Verdad enunciativa que enmascara la Doctrina Monroe de una globalización a la que se atragantan las galletitas y las no verdades.

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