Compartir la modernidad
Conquistar la modernidad y, al mismo tiempo, tratar de hacer posible que sus beneficios alcancen a todos, sin discriminaciones, constituye el doble desafío al que se enfrenta la nueva sociedad andaluza. El primero de los retos -facilitar el despliegue de la propia modernidad- puede ser, en cierto modo sencillo: muchos de los cambios tecnológicos se nos presentarán como bienes de consumo estimulados por extraordinarios intereses económicos. Me parece en cambio más difícil, aunque más abordable desde nuestra vocación política conseguir hacer realidad el segundo de los retos: evitar las discriminaciones; extender los beneficios de la modernidad al conjunto de los ciudadanos. Es la vieja historia del socialismo.
En el terreno de los servicios sanitarios, la transformación experimentada por los mismos desde lo que era un sistema de seguro social para los trabajadores en activo, hasta su conversión en un servicio público de calidad para todos, financiado por los Presupuestos Generales del Estado, ha supuesto uno de los logros más importantes de lo que todos conocemos como Estado del Bienestar. Con sus luces y sus sombras, el Servicio Nacional de Salud, y, en Andalucía, el Servicio Andaluz de Salud, se cuentan entre los diez mejores sistemas sanitarios del mundo, según datos contrastados por agencias internacionales, que tienen en cuenta tanto el nivel tecnológico de los dispositivos asistenciales, como la equidad en el acceso a los mismos. Así pues, la constante modernización de nuestro sistema sanitario deberá continuarse desde la misma doble perspectiva: facilitar el desarrollo tecnocientífico por un lado, y ponerlo a disposición de todos los ciudadanos, en condiciones de igualdad, por el otro.
Sin embargo, el avance vertiginoso de las ciencias biomédicas en los últimos años puede acarrear, si no reaccionamos adecuadamente, una grave amenaza sobre nuestro sistema público de salud. El peligro consiste en que las dos dimensiones de la modernidad -tecnología y equidad- pueden tomar caminos divergentes. En efecto, la aplicación y provisión universal de muchas de las innovaciones que se están originando, van a requerir considerables esfuerzos económicos, que pondrán a prueba la estabilidad del Estado del Bienestar.
El Sistema de Salud ha sido, con mayor o menor dificultad, financieramente viable porque la inmensa mayoría de los procedimientos diagnósticos y terapéuticos que se han ido incorporando a su catálogo de prestaciones, son producidos en serie. La novedad ahora es que la nueva Medicina será, cada vez mas, una Medicina a la carta, una Medicina individualizada: micromanipulaciones de los procesos reproductivos para evitar ciertos genes asociados a enfermedades, reposición de genes mutados o anómalos, bioingeniería de órganos y tejidos a partir de células madre, farmacología genómica y proteómica a partir del estudio de la predisposición genética del 'cliente', procedimientos derivados de la moderna biología del desarrollo... Todo ello, unido al incremento relativo de personas mayores en nuestra población como consecuencia de la prolongación de la vida, harán aun más necesario un nuevo contrato social que tendremos que formular desde la solidaridad como principio básico. En fin, ante el arrollador avance cientificotécnico, lo importante para nosotros será calcular su impacto sobre nuestras vidas y, especialmente, sobre nuestros sistemas públicos de solidaridad. Y este será nuestro verdadero reto: hacer de la modernidad una realidad extensa y compartida.
Antonio Núñez Roldán es portavoz de Salud del Grupo socialista en el Parlamento de Andalucía
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