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LA CRÓNICA
Columna
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Historias de policías y ladrones

José Juan Martínez Gómez pasó su infancia y adolescencia en reformatorios y correccionales. Para no hacer la mili se fue al sur de Francia, donde descubrió el movimiento libertario. Se afilió a la CNT y se inició en los atracos, en Francia y en España, en nombre del grupo y en el propio. Lo detuvieron de este lado. Tenía 22 años y lo molieron a palos. Cuando ya no pudo aguantar más, dijo que lo contaría todo, que tenía información sobre terrorismo. Se hizo confidente de la Guardia Civil. En 1987 cayeron más de 30 activistas de los Grupos Autónomos Libertarios. A Martínez Gómez le acusaron de traidor y dejó la CNT. Un día pensó que había llegado el momento de dar el gran golpe, un golpe de 500 millones de pesetas. El asalto al Banco Central de Barcelona. ¿Lo recuerdan? Sucedió tres meses después del 23-F. Él y su banda se hicieron pasar por un grupo de extrema derecha y pidieron la liberación de Tejero y de otros tres implicados en el intento de golpe de Estado.

José Bravo Latorre trabajaba en la Seat y era sindicalista. Pero un día lo dejó y se hizo atracador

La historia acabó como el rosario de la aurora. El rupo tenía rehenes y tenía el dinero, pero no sabía cómo salir del banco. Los geos lo tomaron al asalto. José Juan dio la orden de estampida: 'Sálvese quien pueda y a correr'. Él fue a parar al penal de Ocaña, de donde se fugó en 1988. Fue descubierto en Vilanova i la Geltrú, un policía se puso nervioso, dos agentes resultaron muertos y él gravemente herido. La policía le acusó de la muerte de sus colegas, pero el juez de instrucción de Vilanova i la Geltrú demostró que todas las balas habían salido del arma del policía. Cuando José Juan se recuperó le enviaron a la cárcel de Castellón. Se fugó, en 1995, tres meses antes de obtener la libertad. En enero de 1996 fue detenido en la Barceloneta y le tocó un año más. Volvió a salir, se fue a Francia y continuaron los atracos. Lo último que se sabe de él es que está detenido en una cárcel francesa de alta seguridad.

José Bravo Latorre trabajaba en la Seat y era sindicalista. Pero un día lo dejó y se hizo atracador. Detenido y a la Modelo. Allí dirigió la Coordinadora de Presos en Lucha, eran tiempos de hacinamiento y violencia insoportables. Lideró la fuga de 50 presos que, tras preparar un túnel, se largaron por las alcantarillas. Más atracos, hasta 100. Y de vuelta a la Modelo. El día de Reyes de 1982 lo asesinó otro preso, un compañero que lo había derrotado (delatado).

José Pérez Sáez, El Electrónico, llevaba una doble vida. Vivía en Nou Barris con su mujer y aparentemente iba a trabajar cada día de fresador a un taller de Via Favència, pero tenía un piso secreto en el que preparaba minuciosamente sus atracos, era un artista. Llevaba siempre un maletín, se maquillaba cuidadosamente, usaba peluca y postizos, se ocultaba tras unas gafas e incluso se había fabricado una prótesis que, colocada en el paladar, le distorsionaba la voz. Sólo cometió cuatro o cinco atracos, pero multimillonarios. El más sonado fue el de una sucursal del Banco Hispano en Gran de Gràcia. La noche anterior retuvo al director en su casa, le puso en el pecho un artilugio lleno de cables y de luces de colores, parecía una bomba; a su mujer le colocó un tubo en el que introdujo un cartucho y de la anilla del percutor sacó un cable que desplegó por la casa. Nada era lo que parecía, pero El Electrónico se llevó al director al banco y lo desvalijó (90 kilos, entre billetes y monedas). La policía le persiguió durante siete años y en 1978 cayó tras atracar una administración de lotería. Ingresó en la Modelo, cumplió condena, salió en libertad y nunca jamás se supo de él, ni de su botín, ni de su piso secreto. Son algunas de las historias que aparecen en un libro sorprendente, Atracadores, del periodista Carles Quílez (Barcelona, 1966). También es sorprendente la editorial que lo ha publicado, Cossetània, de Valls, que tiene un amplio catálogo con énfasis en todos los temas que interesan en la zona, desde los castells y castellers hasta la historia local, la cocina, guías..., y que, desde luego, con este libro, que presentó por todo lo alto en el Colegio de Abogados, da un paso adelante.

Atracadores reúne 11 relatos sobre delincuentes que marcaron toda una época del crimen en Barcelona y que, de alguna manera, hacen pensar en las espléndidas crónicas de sucesos de Martí Gómez, a quien Quílez rinde homenaje con diversas citas de sus reportajes. Quílez, jefe de la sección de Policía y Tribunales de Ràdio Barcelona, ha hecho un trabajo muy periodístico, de investigación, y lo mejor es que lo cuenta muy bien, como si fuera una novela. Narra los hechos y a través de éstos retrata la personalidad de estos hombres que hicieron del crimen su profesión. Lo hace de una manera casi aséptica, no juzga lo sucedido y aporta abundantes testimonios. Son historias de policías y ladrones, pero no de buenos y malos. Habla, por ejemplo, con cariño y respeto de El Aventurero, un confidente, 'un hombre que me ayudó a entender a la gente que desprecio', dice; también de Johnny el Dientes, un policía deleznable, de la peor especie y, en el otro extremo, de policías cada vez más profesionales.

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Quizá lo más interesante de Atracadores es, como señala en el prólogo Guillem Vidal, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que el libro revela más de lo que dice: determinados ambientes como caldo de cultivo del crimen y, sobre todo, los enormes problemas de la reinserción de los delincuentes.

El libro nace bien arropado, como se pudo ver durante la presentación, en la Sala de Columnas del Colegio de Abogados: asistieron muchos jueces, policías, periodistas, amigos, abogados, su familia en peso. Todos hablaron del periodismo bien hecho, del que no se limita a las notas de prensa, del que contrasta las informaciones, del 'periodismo de verdad', como dijo Andreu Martín, otro de los padrinos del libro.

Atracadores reúne historias de perdedores y por esa razón deja un sabor amargo, pero vale la pena leerlo. Para Quílez ha sido, tras muchos años de trabajo, como un principio. Tiene vocación de Truman Capote. Ya tiene ideas para un próximo libro y prepara con Andreu Martín una novela policiaca a cuatro manos basada en un caso real.

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