El 'botellón'
Nos gusta hacer botellón porque permite relacionarse a un grupo entero de personas mientras beben a un precio acorde con nuestras posibilidades económicas y con una calidad que desgraciadamente no garantizan los locales. Se pueden reunir muchas personas y, lo más importante, de todas las clases sociales y gustos en un mismo grupo. En un local, aparte de sus limitaciones de espacio, ventilación, de los precios exagerados o de la baja calidad del alcohol, se selecciona al cliente con las exigencias de vestimenta y su ambiente, restringiendo la heterogeneidad y número de integrantes de los grupos de amigos.
La presencia policial no es la solución. Los jóvenes no confían en la policía. Estamos hartos de ver cómo la minoría que monta los tumultos, grita y destroza el mobiliario queda totalmente impune mientras cualquiera puede ser sometido a una tensa identificación y a una durísima sanción por consumir o llevar hachís (no podemos olvidar que uno de cada tres jóvenes lo fuma) y, lo que es más importante, la mayoría lo tolera.
No pretendo discutir sobre el excesivo consumo de alcohol por parte de los jóvenes. Sólo quiero dejar constancia de que el botellón es un fenómeno real que congrega a 300.000 madrileños con derecho a voto y que ha de darse una respuesta apropiada y realista desde las autoridades, teniendo en cuenta a todas las partes. Parece necesaria una regulación, pero sería muy grave prohibirlo. ¿Existe aforo suficiente en los locales de Madrid para albergar a toda esta multitud? Yo creo que no. No podemos olvidar que éste es uno más de los problemas de la ciudad y no tan grave como el tráfico, que produce mucho ruido gran parte del día. El respeto hacia la ciudad, es cierto, brilla por su ausencia, pero ¿existen contenedores donde depositar la basura? ¿Existe algún lugar público donde orinar? El ruido es molesto y los vecinos tienen derecho a descansar, pero existen muchos lugares en Madrid donde no se molesta a los vecinos y que con un mínimo acondicionamiento y transporte público podrían descargar el centro de la ciudad.
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