Presidente y crítico
Doblemente patosa ha resultado la acusación lanzada por Aznar de que las 'mayorías socialistas' frenan el proceso de reformas en Europa. En primer lugar, por razón de oportunidad doméstica: ha coincidido con el peor dato mensual de paro registrado en España desde que gobierna el PP, justo después de que este partido planteara en su Congreso el objetivo finalista del pleno empleo; en segundo lugar, por razones de cortesía: no parece propio del presidente en ejercicio del Consejo de la UE que se dedique a criticar a los homólogos europeos con los que debe negociar en la cumbre de Barcelona un paquete de medidas de liberalización a escala europea. Además, el Gobierno de Aznar ha solido confundir frecuentemente privatizar con liberalizar, lo que ha producido abusos, pasarelas tangibles entre el poder político y el económico y una enorme concentración de este último. Que es precisamente de lo que acusa Aznar a sus socios europeos.
Posiblemente Aznar, que percibe un viento de cambio en Europa hacia mayorías de derecha o centro-derecha, esté apostando no sólo por un órdago en Barcelona, sino por un futuro en el que pueda convertirse en uno de los referentes del Consejo Europeo a través de un eje Blair-Aznar-Berlusconi en contra de lo que considera 'conservadurismo' socialista franco-alemán. Pero si Berlusconi y sus aliados posfascistas son un anticipo, lo que está por llegar no presagia nada bueno para la construcción europea, pues estas nuevas derechas no entroncan precisamente con la tradición democristiana, que, junto a la socialdemocracia, ha sido uno de los dos pilares sobre los que se ha construido la UE.
Sin embargo, la mayoría socialdemócrata que ha dominado estos años en la UE no ha sabido aprovechar plenamente su ocasión. El proceso de Lisboa lanzado dos años atrás para convertir a la UE en la economía más dinámica del mundo a través de las tecnologías de la información ha sido hasta ahora pura retórica y no ha podido rectificar algunas coyunturas como la alemana, donde el paro ha vuelto a superar la barrera psicológica de los cuatro millones, lo que puede repercutir negativamente en las perspectivas electorales del SPD en otoño y abrir la puerta a la derecha de Stoiber.
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