'Euskal style'
Había empezado el año con malas noticias para el soberanismo. El Concierto Económico prorrogado, los Presupuestos aprobados a trozos y, sobre todo, Madrid seguía negándose a dejar que la voz de Euskal Herria sonase en el Consejo de Ministros de la Unión Europa. Era el momento de la contraofensiva. En el saloncito de la planta baja de Ajuria Enea bullían un tanto alocadas las mentes de los consejeros más íntimos y a pleno rendimiento las aceradas neuronas de los asesores.
El joven analista consiguió hacerse oír cuando recibió la mirada inquisitiva del lehendakari. 'Necesitamos hacernos creíbles. Sólo así lograremos una imagen irresistiblemente humana. Hoy nadie nos imagina haciendo risas con la leal oposición en la cafetería del Parlamento'. Los presentes dejaron caer un gesto de helado escepticismo en espera de un cambio de tercio en la conversación. Pero la mirada del lehendakari había adquirido un preocupante tinte de perplejidad. Así que quien realmente terció fue el maduro asesor de imagen, bregado en mil correrías electorales. 'Tonterías. El problema no es lo que hacemos, sino el estilo que empleamos para comunicarlo. Lo importante es conseguir que ocurra en el mundo de la imagen aquello que afirmamos en nuestro discurso'.
Mostraremos al mundo nuestro nuevo estilo de comunicación política
El asesor analítico recordó para sus adentros el Sí, ninistro. No se atrevía a decir en voz alta, sobre todo delante del hombre de confianza de Sabin Etxea, lo que hacía un tiempo había empezado a sospechar: que el nacionalismo gobernante se había vuelto increíble para los no nacionalistas. Que ésa es la piedra en la que reiteradamente venían chocando, aunque la disfrazaran de reproches sobre la ausencia de voluntad de diálogo. Y que la falta de credibilidad no podría superarse mientras el lenguaje político convencional dirigido a describir lo que ocurre o lo que subjetivamente cree uno que ocurre o desea que ocurra estuviese reemplazado por un lenguaje político virtual dirigido a expresar lo que uno desea que otros crean que él cree que ocurre.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la propuesta del asesor de imagen: 'Nos presentaremos en el corazón de la Unión Europea y mostraremos al mundo nuestro nuevo estilo de comunicación política'. La cita tendría lugar en los salones del Hotel Amigo, en el centro de Bruselas. El estilo estaría ya presente en las tarjetas de invitación. En el anverso, la foto, cedida amablemente por la Kutxa, de un arrijazotzaile ante el Partenón, levantando en brazos una de sus enormes piedras, simbolizaba la aportación vasca a la construcción de la cultura helenística. En el reverso, en finísimas letras de oro: 'Me gusta de noche / Me gusta de día / Con mucho gusto, Euskal Herria'.
La noche de la presentación, los salones del hotel rebosaban de políticos, diseñadores y estilistas. Las cadenas de radio y televisión vascas cubrían el evento sin reparar en medios. Sus corresponsales describían hasta los menores detalles. La llegada del lehendakari en una limusina blanca despertó un murmullo de admiración. Y en cuanto empezó a hablar, su elocuencia y estilo hicieron que la selecta concurrencia se rindiese a sus pies. Antes de finalizar el acto, ya estaba considerado estrella de la diplomacia y árbitro de la elegancia.
En los días que siguieron, toda la prensa se explayó acerca del atuendo del líder de ese pueblo que baila en los Pirineos, al que se referían en titulares como 'Ibarretxe, el seductor'. Examinaban de pies a cabeza el significado político de su indumentaria. Subrayaban el corte perfecto de su traje italiano en poderoso contraste con el tocado tradicional de la txapela, que revelaba su orgullo de ser vasco. Pero, como observó un euskolólogo, no era una amplia boina al estilo Kortezubi, a la que hubiera tenido derecho como txapeldun -campeón reconocido- de la causa vasca, sino que era más bien una boina humilde, exquisitamente ajustada, símbolo del arrantzale que se enfrenta a los peligros de la mar embravecida. La mezcla de atuendos simbolizaba su apuesta por la paz y el diálogo entre las distintas sensibilidades de la sociedad vasca.
Tom Ford, el célebre diseñador de la firma Gucci, no se privó de alabar su elegancia: 'Es el hombre más chic del planeta, después de Karzai'. 'Este hombre tiene auténtico sentido del estilo y no es nada forzado', agregó John Barlett. 'Nada hay más noble y bello que el estilo Ibarretxe'.
De regreso a Vitoria, llegó el momento de recoger los frutos del viaje triunfal. Pero la oposición no se mostró nada seducida por el evento. Se limitaron a considerarlo uno de tantos festejos del carnaval. Indudablemente, estaban corroídos por la envidia. No obstante, el Gobierno en pleno estaba muy satisfecho. Tan sólo una leve sombra oscurecía la frente del lehendakari: 'Ese Karzai, ese Karzai al que tanto citaban... Me temo que se nos han adelantado'.
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