La historia avanza en círculos concéntricos
EL ÚNICO LUGAR prácticamente seguro que le quedaba a los socialdemócratas, previo a las elecciones que se celebrarán este año en Europa, era Alemania. Francia y Portugal presentan mayores factores de riesgo para los socialistas. Sin embargo, Alemania, mucho más por las debilidades de la oposición democristiana y socialcristiana que por los propios méritos del SPD, parecía terreno abonado para los socialdemócratas. Esto ya no es exactamente así. La economía, como en tantas otras ocasiones, ha cambiado el escenario. La mezcla de una política económica con escaso éxito y de una coyuntura mundial que ha frenado el crecimiento ha dado alas a una oposición demediada, que ha elegido como líder a Edmond Stoiber, presidente de Baviera. Lo que no consiguió el derechista Strauss lo puede lograr el no menos derechista Stoiber.
Alemania ha sufrido la afrenta de ser advertida por su déficit por el comisario Solbes. Siendo ministro, Solbes tuvo que pasar por el calvario de examinarse ante Alemania para que España entrase en el euro en la primera tanda
Este último pretende jugar respecto a Schröder el mismo papel que Schröder representó ante el casi incombustible Kohl: el de mejor canciller económico posible ante un mundo en dificultades, que padece las incomodidades y las dificultades de una economía global en recesión. Las cifras le han fallado en el último momento al líder socialdemócrata: el crecimiento del PIB en Alemania fue de tan sólo un 0,6% en 2001, con un ambiente recesivo en la última parte de ese año y una previsión del 0,75% para el ejercicio en curso, lo que significa un encefalograma económico plano. Ello, acompañado de dos tipos de consecuencias directas: incremento del paro, hasta bordear de nuevo el pésimo guarismo de cuatro millones de personas, y crecimiento del déficit público por encima del de un año antes y superior al previsto, hasta alcanzar el 2,6% del PIB (y un pronóstico del 2,7% en 2002). El único índice optimista es el que mide la confianza de los empresarios, que tuvo un fuerte repunte en el mes de enero y que podría interpretarse como que lo peor de la crisis económica ha pasado y que Alemania elevará el vuelo.
Stoiber se presenta, después de haber dejado a Ángela Merkel en el camino, con un balance más optimista en Baviera: las cuentas públicas del land presentan un sorprendente superávit, el porcentaje de desempleo supone la mitad del conjunto alemán y su producto interior bruto está creciendo al doble del mismo. El programa de la CSU, el partido de Stoiber (que no es todavía el programa oficial de la oposición democristiana), contempla la llamada fórmula del 40-40-40: 40% de gasto público del Estado, 40% de tipo máximo del impuesto sobre la renta y 40% de coste de los trabajadores para los empresarios.
Ante esta coyuntura, la Comisión Europea acaba de lanzar el primer aviso a Alemania por su elevado déficit público, que está a punto de sobrepasar el tope del 3% fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ese aviso pasa ahora al Consejo de Ministros de Economía de la Unión Europea (Ecofin) para que lo refrende en todo o en parte. Si no lo hiciese, se abriría una espectacular crisis entre la Comisión y los ministros de Finanzas. La paradoja es que el interlocutor del ministro alemán de Finanzas, Hans Eichel, ha sido el comisario de Asuntos Económicos, el español Pedro Solbes. Siendo Solbes ministro de Economía del último Gobierno socialista español, en el año 1995, sufrió las advertencias alemanas de que España no entraría en la zona euro si no cumplía las condiciones de convergencia planteadas en el Tratado de Maastricht. La alianza instalada entonces en Bonn entre democristianos y liberales era entonces el maestro de la clase, y los socialistas españoles, encabezados por Felipe González, los discípulos atrasados. Alemania era la ortodoxia y España representaba para los ciudadanos alemanes el 'sindicato del gasto' de los despilfarradores europeos del Sur. Y es que la historia, muchas veces, avanza en círculos concéntricos, no en línea recta.
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