Ceremonia de pronósticos poco claros
Aunque Los otros participa en más apartados que sus películas contrincantes, esto no quiere decir que sea ya suya la parte del león en el reparto de premios de mañana. Crece esta impresión entre muchos acádemicos del cine.
Se cuenta a media boca, casi susurradamente, y hay una fea, casi perturbadora coherencia en lo que encubre tal rumor, que la película de Alejandro Amenábar ha venido encontrando -desde aquel bote pronto inicial con que fue eufóricamente preseleccionada hace unos meses para optar nada menos que a 15 goyas- una creciente resistencia, cuando no hostilidad, en algunos ámbitos gremiales del cine español.
Y se mueve la idea, a mi parecer disparatada e injusta, además de con un engorroso eco de pedrada en el propio tejado, de que Los otros es -con todo lo que de repulsivo tiene este palabro en los tiempos que corren- una película extranjera, una obra intrusa colada en el sagrario cinematográfico español. Me cuentan que algún fleco de este rechazo podría haber cundido y que, cuando la suerte está echada, de gran vencedora podría quedar mañana reducida a bastante menos.
Sólo queda desear que este tosco y humillante (anti)razonamiento, que encubre un vergonzoso brote de racismo aplicado a las obras de la imaginación -que sólo son extranjeras (y en todas partes) cuando son malas-, se quede en humo de malhumor y que el filme de Amenábar obtenga lo que se merece obtener, que es lo que cordialmente se piensa de él. Baste añadir que he leído algunas de las entusiasmadas crónicas que está despertando estos días tras su estreno en varios países europeos y que de ellas brota con naturalidad la evidencia de que es cine español.
Voto secreto
Esto -que corre por ahí, sea o no fundado- ha venido a sancionar la impresión de que este año hay más incertidumbres que otros a la hora de pronosticar ganadores y perdedores. Los votos gremiales suelen ser, desde aquí a California, muy poco fiables, en casi nada imparciales, de esos que se escoran con frecuencia hacia juegos de intereses o, en términos más duros, a las llamadas preferencias de cuadra. Todos sabemos esto, pero hay que recordar que el año pasado, con el inesperado triunfo de El bola, nuestra Academia desmintió esa vieja regla de la superficialidad y arbitrariedad de los premios gremiales y soltó un latigazo de exactitud, sagacidad y lucidez. Nada impide que este año ocurra otro tanto de lo mismo y que del río revuelto de los votos secretos no haya esta vez vieja ganancia de pescadores.
Babelia
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