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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estética de alto riesgo

La noticia se repite con monótona frecuencia y parecidos ingredientes: una intervención de cirugía estética tiene un fatal desenlace y el suceso pone al descubierto que el centro no cumplía los requisitos exigibles para este tipo de intervenciones. Esta vez la víctima ha sido una mujer de 36 años que acudió a la clínica Icema, de Madrid, a someterse, según el abogado de la familia, a una liposucción y murió de un cuadro fulminante de convulsiones mientras era intervenida.

El suceso ha vuelto a poner en evidencia una realidad que los especialistas de cirugía plástica y reparadora vienen denunciando desde hace tiempo: la proliferación de centros de estética que no reúnen las mínimas condiciones exigidas para el ejercicio de la medicina y que muchas veces están atendidos por profesionales cuya formación no está suficientemente acreditada. De entrada, la clínica Icema no tenía autorización sanitaria ni licencia municipal de actividad, lo cual es ya un indicador suficiente para poner en duda la calidad de la medicina que allí se practicaba.

Ya en 1990, la muerte del entrenador de fútbol José Luis García Traid en una intervención de este tipo puso en evidencia algo que los cirujanos responsables vienen advirtiendo: que esta cirugía comporta riesgos que deben prevenirse con los medios materiales y humanos necesarios. Y que no se trata de una rama menor de la medicina, pues las operaciones más sencillas son susceptibles de complicaciones, incluso cuando se practican con todas las garantías. Éste es el caso de la liposucción, una de las intervenciones de estética más frecuentes. Un estudio de la Sociedad Americana de Cirugía Plástica y Reparadora, en el que se examinaron 496.000 intervenciones realizadas en EE UU, reveló hace dos años que una de cada 5.000 liposucciones había ocasionado la muerte de la paciente.

Pero parece que la sociedad no lo tiene aún suficientemente claro. Ni las autoridades se han preocupado de clarificar los requisitos y exigencias del ejercicio profesional de esta especialidad, ni los usuarios adoptan en este tipo de intervenciones las cautelas habituales en otro tipo de asistencia médica. La mayoría de las veces, las víctimas de este descontrol no disponen de nada equivalente a una historia clínica y los únicos testimonios de lo ocurrido son los que han causado la tragedia. ¿Hasta cuándo seguirán los responsables sanitarios ignorando esta realidad?

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