Salud y desarrollo económico
En la Cumbre del Milenio de Naciones Unidas, en la que 180 líderes se comprometieron a lograr avances en el bienestar de los pobres del mundo antes del año 2015, me pidieron que dirigiera una comisión cuyo objetivo consistía en trazar un camino para que el mundo alcance los Objetivos de Desarrollo del Milenio en materia de salud. Las principales conclusiones de nuestra comisión, publicadas el pasado 20 de diciembre, se resumen fácilmente.
En primer lugar, la carga de enfermedad en los países más pobres constituye una barrera básica para su avance económico. En segundo lugar, cada año millones de personas empobrecidas mueren por enfermedades infecciosas prevenibles y tratables simplemente porque carecen de acceso a los servicios sanitarios que necesitan. En tercer lugar, se podrían salvar ocho millones de vidas al año a finales de la década usando las tecnologías existentes si los países ricos estuviesen dispuestos a ayudar a los países pobres.
Si los países ricos destinaran una décima parte del 1% de su PIB a los países pobres se salvarían 21.000 vidas a diario
Si los países ricos destinan una décima parte del 1% de su producto interior bruto (PIB), o sólo un penique de cada diez dólares de ingresos, se recaudarían 25.000 millones de dólares anualmente. Combinados con un aumento de las aportaciones a la asistencia sanitaria realizadas por los países pobres, se salvarían 21.000 vidas a diario. Los países pobres podrían finalmente escapar del círculo vicioso de mala salud que desemboca en pobreza y estancamiento económico, que a su vez desemboca en mala salud.
Si se adopta el programa, en los países con altas tasas de fertilidad la población crecerá menos conforme los hogares vayan teniendo más confianza en que sus hijos sobrevivirán hasta la edad adulta. Las presiones medioambientales y de población se relajarán. Los inversores se sentirán atraídos por una mano de obra africana que ya no estará quebrantada por la enfermedad. Los beneficios económicos ascenderían a más de 360.000 millones de dólares al año entre los años 2015 y 2020, cifra muy superior a los costes anuales del gasto sanitario incrementado.
A diferencia de algunos tipos de ayuda que se pueden canalizar a cuentas bancarias extranjeras, la asistencia médica se presenta en forma de medicamentos, instrumentos y apoyo salarial para los profesionales de la medicina. La viruela ha sido erradicada incluso en países remotos y la polio va camino de serlo. Los últimos esfuerzos de los líderes de la industria farmacéutica contra la ceguera ribereña africana, la lepra y el tracoma también han hecho maravillas.
El principal problema estriba en que la magnitud de los nobles esfuerzos realizados no es más que una sombra de lo que se necesita. Sin embargo, el nuevo Fondo Mundial para Combatir el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo puede ser un mecanismo clave para el reparto de ayuda en el futuro.
Es probable que las inversiones en investigación y desarrollo centradas en las enfermedades de los pobres produzcan enormes beneficios sociales, no sólo gracias a los decisivos avances científicos recientes, sino también porque actualmente se está invirtiendo poquísimo en estos campos. El paludismo es responsable del 3% de la carga de enfermedad del mundo, pero sólo atrae una sexta parte del 1% del gasto mundial en investigación y desarrollo dedicado al estudio biomédico. La comisión aboga por unas donaciones para el gasto en investigación y desarrollo de aproximadamente 3.000 millones al año, o el 5% del total global.
La paradoja de la economía global es que ahora los países ricos son tan ricos y los países pobres son tan pobres que hasta las pequeñas aportaciones de los ricos son significativas. Un penique de cada diez dólares supondría un avance histórico en la salud, y otro penique permitiría abordar las apremiantes necesidades educativas.
La idea de reducir la enfermedad y la pobreza radicalmente antes del 2015 no es ingenua, sino que está perfectamente refrendada por una extensa cantidad de pruebas. Nuestra comisión publicó el informe confiando en que ahora nos tomaremos en serio la batalla contra la enfermedad y la pobreza.
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