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Columna
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Reformar o morir

Salvo una guerra con la India sobre Cachemira, posible, o un golpe interno de inspiración fundamentalista, no descartable, Pervez Musharraf puede convertirse en el líder paquistaní más carismático desde Mohamed Alí Jinná, fundador del país en 1947, y en el modelo a seguir por los dirigentes de otros países musulmanes, que, una y otra vez, condenan el integrismo islámico sin atreverse a atacar sus raíces. Suele decirse en Pakistán que la sucesión de generales que ha gobernado al país, tras derrocar a gobiernos civiles a cada cual más corrupto e ineficaz -los Bhutto, Nawaz Sharif, etcétera-, fracasaron porque a los que tenían reaños les faltaba cerebro y viceversa. La opinión generalizada sobre Musharraf en círculos civiles y militares paquistaníes, recogida por un equipo de reporteros de Newsweek, es que al general, autoproclamado presidente dos años después de derrocar a Sharif en 1999, le sobran ambos.

Desde su toma incruenta del poder, Musharraf decidió que la teocracia hacia la que caminaba inexorablemente el país desde que otro general, Mohamed Zía ul-Haq, introdujera la sharia o ley coránica tras proclamar 'la República Islámica paquistaní' nunca sacaría a Pakistán de la pobreza y del subdesarrollo. El 11 de septiembre le facilitó la excusa para actuar. Sólo cuatro horas después de los ataques en Nueva York y Washington, Musharraf anunció la ruptura de toda relación personal con el régimen talibán de Kabul -creación, entre otros, de Islamabad-, desplegó sus tropas en la frontera entre los dos países y destituyó a varios altos mandos del ejército y de los servicios secretos, conocidos por sus simpatías protalibanes, entre ellos a varios de los generales que le auparon al poder. Pakistán se alineaba nítidamente con la coalición liderada por Estados Unidos, a cuyas fuerzas armadas les facilitaba impagables bases logísticas sin cuya existencia la campaña en Afganistán hubiera sido impensable.

La audacia de las medidas adoptadas por Musharraf dejaron sin habla más a propios -mundo árabe e islámico- que a extraños. Los intentos de los mulás para apoyar a los talibanes por medio de la conquista de la calle resultaron vanos por la contundencia policial y por un respeto innato de la población paquistaní hacia los símbolos de sus fuerzas armadas, única organización garante de la unidad nacional frente a las amenazas indias desde la partición del subcontinente en 1947.

El ataque al Parlamento indio por parte de terroristas islámicos y los enfrentamientos en la línea de control de Cachemira le ofrecieron una nueva oportunidad para avanzar su programa de reformas. En un intento para aplacar a una India furiosa por los ataques del 13 de diciembre, el presidente paquistaní ilegalizó a las cinco organizaciones extremistas de Cachemira que operaban en Pakistán y detuvo a cerca de 2.000 de sus militantes. Al mismo tiempo, anunció elecciones legislativas para la Asamblea Nacional el próximo octubre, en las que una quinta parte de los escaños estarán reservados para mujeres. En esas elecciones votarán por primera vez desde 1978 los paquistaníes no musulmanes.

Pero la medida más audaz de las tomadas hasta ahora por Musharraf fue anunciada en un discurso televisado a la nación el 13 de enero. El presidente, nacido en Nueva Delhi, hijo de un diplomático y una funcionaria de la Organización Internacional del Trabajo, trasladado por sus padres el año de la partición, se pronunció por el fin de 'la teocracia' y por 'el establecimiento de un estado de bienestar islámico y progresista', en el que se respete la diversidad religiosa y se promueva la educación secular. Y para conseguir estos fines revolucionarios, Musharraf pretende incorporar a las escuelas islámicas o madrasas al sistema público educativo del país. El mensaje es claro: menos yihad y más ciencias y matemáticas. Su triunfo marcaría el camino a seguir por otros países islámicos. Su derrota significaría, en lo político, la consagración del fundamentalismo y la inestabilidad en Pakistán y en la zona. Y en lo personal, posiblemente, su eliminación física, como la de otros visionarios musulmanes tipo Anuar el Sadat.

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