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Reportaje:Raíces

La dulce venganza de las ciudades viejas

Un recorrido por la historia del Antiguo Cuartel del Carmen hasta su reciente rehabilitación

La inauguración del Conservatorio Superior de Música y la Escuela Superior de Arte Dramático, ubicados en el Antiguo Cuartel del Carmen de Sevilla, tras su rehabilitación, servirá mañana jueves de conclusión a una larga historia. Felipe II, al principio de su reinado (1556-1598), encargaba al flamenco Anton van den Wyngaerde -Antonio de las Viñas para un imperio con el castellano como instrumento españolizador- que dibujase ciudades con la minuciosidad que hoy puede caracterizar a un fotógrafo urbanista. No fue Sevilla de las más favorecidas en sus retratos: la imagen que nos dejó de ella tiene menos perfiles que la de Triana, pero, entre los enclaves anotados, se halla el convento del Carmen emergiendo sobre la Puerta de Goles.

Corrían tiempos de hostilidad abierta contra todo lo que pareciera enemigo de un estado cuya cabeza era Dios y de zancadillas disimuladas entre los que se arrogaban la representación de la divinidad. Sobre todo en Sevilla, la ciudad a la que afluían mercancías, metales preciosos y gentes desde todos los puntos cardinales. Los religiosos iban por la mañana al auto de fe, a la procesión de la Bula, del Corpus o de la Virgen de Agosto y por la tarde se enzarzaban en conciliábulos para atraerse cada cual influencias y limosnas a costa de las de otras familias monásticas. Por eso rivalizaban también en suntuosidad e imágenes milagreras.

La pobreza del siglo siguiente coincidió, por tanto, con una gigantesca riqueza patrimonial en esos establecimientos y, por la regla de tres inversa, a mayor necesidad de mantener monumentales edificios y deslumbrantes ceremonias correspondieron menores ingresos de los feligreses. Por si toda aquella situación de vacas flacas era obra del Dios del dies irae, frailes y regidores buscaron las causas que podrían haberla provocado y las encontraron en el teatro y su derivados, con lo que candilejas, cómicos y tipos parecidos se convirtieron en el punto de mira de predicaciones, misiones y novenas y en el blanco de anatemas, excomuniones y redadas.

Fueron clausuradas con siete llaves las puertas de todos los locales de la escena y, desde entonces, la población tuvo que contentarse con alguna que otra mala representación después de la caminata hasta San Juan de Aznalfarache y siempre con peligro de robo, o divertirse en la gitanería de Triana viendo danzas de un pasado mejor.

Y así continuó todo hasta más acá de la mitad del XVIII. Alrededor del convento del Carmen se extendía un barrio antes infame y entonces ya miserable: el de los Humeros, que sólo tuvo la dudosa suerte de servir de localización a algún que otro sainete copiado de los de Cádiz y la desgracia de hallarse frente al Perneo, lugar ideal para ejercicios militares y fusilamientos.

Don Pablo de Olavide lo consideró el lugar ideal para establecer allí el primer conservatorio que tuvo Sevilla: la Escuela de Actores, una institución que se proponía recoger de la calle a jóvenes y convertirlos en artistas destinados a la Corte y los Reales Sitios.

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La carrera comprendía todos los estudios -incluidos los de canto y dicción- imprescindibles para interpretar el drama y la tonadilla y de aquel conservatorio salieron figuras del canto tan importantes como Rosario Fernández, La Tirana, inmortalizada por Goya, y otras muchas a pesar de las fuertes dificultades.

Porque el colegio del impío Olavide, además de romper la sacrosanta prohibición, limitaba, pared con pared, con el convento del Carmen, o sea, topaba con uno de los batallones del ejército contrario a las artes escénicas e, igual que el Asistente, no logró resistir los embates de enemigos tan poderosos; el juicio y condena del limeño significó también el fin de la Escuela de Actores.

Inquisición

A los patios del Carmen no llegaron ya los sonidos de la declamación ni la música de las tonadillas aunque tampoco la paz. Años después los soldados franceses del Duque de Dalmacia convertían aquel sitio en cuartel echando a los carmelitas. Volvieron pero, a pesar de las procesiones cívicas que celebraban el retorno de Fernando VII y el restablecimiento de la Inquisición, la suerte de la mayoría de los conventos estaba echada y la desamortización puso el punto final del cenobio.

Mientras Pascual Madoz preparaba su Diccionario Geográfico, a mediados del XIX, el antiguo carmelo, vacío, fue destinado de nuevo a cuartel. Y eso es para lo que sirvió durante un siglo a lo largo del cual sus obras de arte salieron hacia otros enclaves; y hasta la bella fuente de su patio principal acabó centrando la plaza de Doña Elvira en aquel barrio antiguo ideado por el Marqués de la Vega Inclán para la Exposición Iberoamericana de 1929.

Entonces la instalación de la pieza barroca conventual en lo que había sido un corral de comedias pudo saber a expiación fortuita. Hoy, la conversión del Convento del Carmen en Conservatorio Superior de Música y de Arte Dramático suena a algo más: a la dulce venganza que logran llevar a cabo las ciudades viejas contra los crímenes cometidos contra ellas. ¡Qué importante sería saber de qué o de quien se vengará Sevilla dentro de cien o de doscientos años!

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