Un matemático lee el periódico
El matemático que lee el periódico se llama John Allen Paulos, y el título que lee el lector no es el de su periódico sino el de su libro, un libro donde reflexiona acerca del carácter constituyente, con perdón, y constitutivo de los números en su relación con la vida; pero también acerca de los abusos iterpretativos y la mucha matemática que se esconde detrás de sucesos en apariencia anodinos. 'Tener en cuenta la probabilidad puede mejorar -dice Paulos- la información sobre la delincuencia, sobre los peligros que acechan a la salud o sobre las tendencias raciales y étnicas. La lógica y la autorreferencia pueden ayudar a comprender los peligros de la fama, del tratamiento partidista de la información, de la implicación personal en la noticia. La economía laboral o empresarial, el principio de la multiplicación y la sencilla aritmética ponen al descubierto las ideas equivocadas del consumidor, las trampas electorales y los mitos del deporte. El caos y la dinámica no lineal sugieren lo difíciles y a menudo inútiles que son las predicciones económicas y medioambientales. Y algunas ideas extraídas de la filosofía y la psicología aportan una nueva perspectiva en distintos asuntos de interés público'.
Todo un programa. Aunque el libro ganaría si los ejemplos que lo ilustran nos fueran más cercanos. Ya que no en rigor, porque los números es lo que más tienen, al menos ganaría en morbo. Tomemos, por ejemplo, dos noticias relacionadas única y exclusivamente con los números. La primera se refiere a que la Ertzantza no ha conseguido cubrir las plazas que sacó a concurso, la segunda habla del éxodo de cierto número de jueces que consideran que ya no pueden vivir en Euskadi. Pues bien, las autoridades competentes han despachado el primer caso aduciendo que si no se cubrieron las vacantes fue porque en Euskadi se vive económicamente tan bien que los jóvenes, antes que meterse a policías, prefieren trabajos de más paga. El segundo lo han evacuado mediante el recurso a la estadística: el movimiento migratorio de los jueces no sería superior al que se produce en otras comunidades autónomas, sólo que no se aportan como prueba los números que así lo atestiguarían. ¿No será más bien que en uno y otro caso se ha tratado con un cuidado exquisito de omitir el común denominador que les subyace y causa y que podría llamarse miedo?
La conclusión de Paulos ante este tipo de situaciones es muy elocuente y nos suena extrañamente familiar: 'La ambigüedad, el azar y la falta de información como respuesta a preguntas y preocupaciones obsesivas pueden, a nivel grupal, generar engaños y espejismos'. En este sentido resulta muy revelador el último Euskobarómetro. Basta con examinar la problemática de la gente y las notas valorativas que las mismos ciudadanos adjudican a los políticos para apreciar que aparecen totalmente desvinculadas. Da la sensación de que los problemas se producen por azar o que igual tienen una solución de tipo mágico, ajena, en cualquier caso, a la labor de gestión de quienes deberían resolverlos. Y, a la inversa, parece que se valora a los políticos según criterios que nada tienen que ver, o poco, con la gestión de los asuntos, que es para lo que están. ¿Tendrán alguna responsabilidad en ello los medios informativos? Pero el dato que más ilustra el divorcio entre la percepción de un problema y la de su posible solución aparece en la rúbrica violencia. Mientras un 62% de ciudadanos se siente preocupado por la violencia, sólo hay un 9% a quienes les preocupa la pacificación, es decir el modo de ponerle fin.
Quizá resulte vano preguntarse sobre cómo podría haber leído los periódicos de aquí el experto Paulos, pero se puede intuir cuál podría ser su opinión de matemático acerca de cómo escribirlos. El Euskobarómetro señala que hay un 73% de ciudadanos que no se siente libre para hablar de política. Pero como los periodistas también entrarían en el porcentaje, porque para eso son gente, cabe concluir que en su inmensa mayoría no se siente libre para hablar de política. Pero no pasa nada, ya que la gente podría no sentirse libre tampoco para leer lo que no han escrito.
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