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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tergiversaciones

Deseo puntualizar la carta de la directora de Recursos Humanos de Osakidetza, María Jesús Múgica, publicada el jueves pasado. Este verano participé en unos seminarios en París sobre la violencia en los hospitales y el acoso institucional. Allí tuve la suerte de conocer a una de las grandes expertas en victimología, a quien pregunté qué hacer cuando alguien se encuentra en su vida laboral con una persona u organización perversa. Me me respondió tajantemente que hay que marcharse de ese entorno, porque a un perverso no se le puede ganar, y dejar actuar a la Justicia. Sin embargo, me resistía por mis principios a dejar la institución donde durante unos 20 años he trabajado dignamente y ganado varias plazas por oposición.

Señora Múgica, tergiversar y faltar a la verdad son defectos que, aprendidos, resultan difíciles de erradicar. En la primera sentencia, el magistrado de lo Social de Donostia, dice textualmente: 'Se entiende que la orden dada por Osakidetza a la actora es ilícita, de ahí que la resistencia de la demandante a su cumplimiento estuviera completamente justificada'. El fallo del Tribunal Superior del País Vasco confirma la primera sentencia en todos sus términos y añade que mi decisión de consultar si era procedente la actuación requerida 'no denota una negativa tajante al cumplimiento de la orden que se le dio, sino al contrario, en todo caso demuestra una actitud de celo o prudencia en el trabajo'. Y el juez deja entrever que si se hubiera solicitado despido nulo, se hubiera podido conseguir por persecución laboral.

Si algo de lo dicho no le parece aceptable, le animo a usted y al señor consejero de Sanidad a someter nuestro conflicto, como se hace en los países civilizados, a un mediador o árbitro imparcial, y a lo mejor ganábamos todos, incluso la imagen de Osakidetza, porque los atropellos, en una democracia, no se pueden ocultar.

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