"El PSE debe recuperar criterio y opinión propia"
El presidente de la gestora que gobierna el Partido Socialista de Euskadi hasta su congreso extraordinario cree que el reto del PSE es cuajar un proyecto autónomo en la oposición al PNV, pero nítidamente separado del PP.
Pregunta. ¿Cómo se ha encontrado al partido al hacerse cargo de la gestora?
Respuesta. Lo que más me ha sorprendido es la pérdida de autonomía respecto a nuestros adversarios políticos. Hemos llegado a ser el muñeco del pim pam pum en la política vasca. Urge recuperar personalidad, criterio y opinión propia. Y eso lo tienen que dictar los militantes socialistas, no los grupos mediáticos afines al Gobierno ni cualquiera que se diga amigo nuestro.
P. ¿Apuesta por apartarse decididamente del PP?
'Hemos llegado a ser el muñeco del pim pam pum en la política vasca'
'No quiero al PSE en un frente antinacionalista que diseña La Moncloa y ejecutan los ministros'
R. Apuesto por que mi oposición la hago yo, no La Moncloa o el PP. No se ha valorado el desgarro que ha supuesto en el partido ir pegados al PP. Quiero correr la carrera en mi propia calle de centralidad, que es cada vez más amplia, por la tendencia del PP y del PNV a los extremos y al enfrentamiento. Y con la libertad de pactar luego con cualquiera. Pero con nuestra voz, nuestros tonos y maneras, y nuestra historia. No quiero subsumir el perfil del PSE en un frente antinacionalista que diseña Moncloa y protagonizan sus ministros.
P. ¿Qué ha palpado en sus encuentros con los dirigentes y militantes?
R. Una voluntad de acuerdo mayoritaria. Pero temo que algunas personas busquen un congreso de definición ideológica y clarificación tan taxativa que lleve a un enfrentamiento. Creo que es un error, porque hay espacio para el entendimiento en torno a un eje troncal. Una estrategia muy clara con un partido dividido es una mala estrategia, mientras que otra más difusa asumida por toda la organización es un éxito estratégico.
P. Pero el congreso es precisamente para clarificar. Para explicar su dimisión, Nicolás Redondo adujo que ve dos posiciones irreconciliables.
R. Si alguien va a una clarificación en términos extremos, tendremos un problema, y serio, quiero advertirlo, porque la línea divisoria va a rondar el 50%. Con los principios se debe ser contundente, pero con la estrategia hay que ser muy flexible, porque el tapete vasco se mueve continuamente y pueden ocurrir cosas que exigen flexibilidad. Eso no excluye una línea clara en torno a ese eje troncal, del que hay que despegar los elementos extremos: ni se puede convertir la épica de la libertad en estrategia junto al PP, ni colocar el desideratum de Quebec, válido para una cátedra universitaria, en una ponencia política.
P. ¿Cuáles son los componentes de ese gran trazo grueso en el que sería posible el consenso?
R. Hay que tener claro que el discurso de la épica de la libertad y la rebelión democrática contra el nacionalismo, que es un discurso presente en la sociedad vasca, animado por una intelectualidad brillantísima y que nos conmueve a muchos, no puede, sin embargo, convertirse en estrategia política junto al PP. También en los documentos de [Jesús] Eguiguren y [Odón] Elorza hay cosas que no proceden, como las consultas.
P. ¿Dónde estará la clave del congreso extraordinario?
R. La clave está en recuperar autonomía, vocación de mayoría y deseo de victoria, sobre la base de esa centralidad de partido que es fundamental para reconducir el bloqueo y la fractura en la política vasca. Las estrategias del PP y del PNV están condenadas, sin vuelta atrás, al enfrentamiento. Somos el único partido capaz de entendernos con todos, de proporcionar mayorías y llenar ese espacio central. Si nos hacemos fuertes en él y encontramos un líder que consolide ese proyecto, obtendremos los frutos.
P. Si ese sitio está ahí, ¿por qué siempre aparecen como el bastón de unos o de otros?
R. Porque hemos pendulado. Hasta el 13-M, abanderamos una alternancia desde una coalición no nacionalista. Y después ha habido una incapacidad en la direción del partido para gestionar la reflexión y realizar adaptaciones a la luz del resultado. Éste nos dice claramente cómo no se gana al nacionalismo: el frente antinacionalista apiña su voto. La clave está en recorrer el camino de la oposición solos, aunque desde la libertad de pactos con todos. No es fácil, porque ahora mismo hay dos sistemas solares que tiran hacia los polos de todo lo intermedio. Pero sé que en esa apuesta tenemos la cuadratura del círculo.
P. ¿Es posible aguantar en ese espacio con el acoso de ETA y el PNV sin moverse de su sitio?
R. El acoso de ETA no me lleva a tener que hacer la estrategia a rebufo del PP. Pongo un ejemplo. En Zumárraga no tenemos concejales por ese acoso. Algunos dicen: hagamos una lista con el PP. Y yo digo: exijámosle al PNV que haga una lista de unidad democrática con nosotros.
P. ¿No coincide con quienes en el PSE encuentran antitético el entendimiento con el nacionalismo y la defensa radical de la libertad?
R. No. Quiero un país construido desde principios de ciudadanía basados sobre lo que llamaré pluralismo, y no patriotismo, constitucional, como idea que debe presidir la construcción social, y no nacional, del País Vasco. Y quiero hacerlo con el PNV, porque su representatividad es tan evidente que cualquier otra es una alternativa de fractura. Yo no he llegado a la conclusión de que para derrotar a ETA y su entorno haya que derrotar antes al nacionalismo, aunque tampoco soy tan ingenuo como para apostar ciega y permanentemente por los nacionalistas. Ahora mi discrepancia con el PNV es radical, pero no parto del apriorismo de que es un partido separatista sin remedio, ni empujo su péndulo hacia la radicalidad, como hace intencionadamente el PP y atestigua una y otra vez Jaime Mayor Oreja. Y las espaldas de mi responsabilidad están bien cubiertas por el Pacto Antiterrorista y por el que permite al PP gobernar en Álava.
P. ¿Eso sigue siendo querer moderar al PNV y no ganarle?
R. Desear moderarlo no excluye mi intención de derrotarle. Pero el 13-M nos ha indicado cómo no se le gana. Del PNV tiran ahora por un lado los 80.000 votos que le quitó a HB, y aún quiere más, hasta convertirlo en un partido residual; y de otro, la política maximalista e inmovilista del PP y de Aznar.
P. ¿Los problemas del PSE son también fruto del tiempo que lleva fuera del poder?
R. La pérdida del poder nos deja con una presencia y un componente humano más debilitado, reducido a los alcaldes, que, por cierto, serán nuestro bastión estratégico. Pero no volveremos al poder a cualquier precio. Contra lo que especulan algunos, no veo ninguna razón para cambiar en eso: somos oposición al PNV y lo seguiremos siendo los próximos tres años.
P. ¿Es Patxi López el hombre con más apoyos para liderar el PSE?
R. No cuento apoyos aún. Es prematuro, especulativo e inconveniente adelantar los nombres al documento político.
P. ¿Ha sido una intromisión de la Ejecutiva Federal lanzar ese nombre?
R. No. He recibido explicaciones suficientes como para saber que no ha habido esa intención. La Ejecutiva actúa al unísono con la gestora.
P. ¿Habrá un cambio tan radical en el liderazgo y la dirección del PSE como hubo en el PSOE?
R. No se puede decir aún. Es soberanía del congreso. Mi apuesta personal es por el cambio, en la línea de lo que significó Rodríguez Zapatero.
P. ¿No teme el resultado de una organización partida por la mitad, como en los tiempos de Benegas y de Damborenea?
R. No. Salvo que ese sector del partido que está literalmente harto del nacionalismo y ha llegado a la conclusión de que la limpieza étnico-ideológica de ETA se soporta también indirectamente en el PNV, se estructure con un liderazgo fuerte. Entonces puede haber un congreso de división. Pero pretendo evitarlo: porque me parece fatal y porque tengo el encargo de la Ejecutiva Federal de actuar sin contemplaciones contra esa hipótesis.
P. El hecho de ir a un congreso y no resolver el problema en una conferencia, ¿no es ya un primer fracaso?
R. Sí. Si de mí hubiera dependido, no lo habría habido. Cuando la Ejecutiva Federal me pidió opinión yo dije que se apoyara a Redondo, y que algunos le ayudáramos a consensuar un documento con Eguiguren. No pidió opinión ni llamó una sola vez. Pareció razonable que quisiera escribirlo él, pero la sorpresa fue que no hizo un docuemnto de consenso, sino de contraparte, y luego creó la crisis con su dimisión.
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