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Entrevista:Margarita Salas | Científica y académica

'Los científicos estamos abiertos a las humanidades'

Margarita Salas está acostumbrada a batir marcas. En su apabullante currículo figuran algo así como 25 títulos y distinciones de rango (ella misma no sabe el número con precisión). Científica, discípulo de Severo Ochoa fue, junto a su marido ya fallecido, Eladio Viñuela, quien introdujo en España, en los años sesenta, la investigación en biología molecular. En el año 2000 le concedieron e1 Premio Nacional de Investigación y es miembro de la Academia de Ciencias. Diplomática, y agradecida, esta mujer de una mirada azul intensa precisa que todas sus metas le han dejado igual de satisfecha. Pero, cuando se le insiste, reconoce que ser la primera mujer científica que entra en la Real Academia Española (RAE) le ha tocado un poco. Aficionada al cine y devota de Bach, ocupará el sillón i, que dejó vacante el poeta José García Nieto, fallecido en febrero. Se sentará en la Academia con otras dos mujeres académicas, Ana María Matute y Carmen Iglesias (pendiente de leer el discurso de ingreso) y dos científicos, el que fuera su profesor Ángel Martín Municio y Antonio Colino.

Tras su paso por la política y su regreso a la cátedra de Ética de la Universidad Autónoma de Barcelona, la filósofa Victoria Camps ha dedicado un año sabático a reflexionar sobre la bioética, trabajando en Estados Unidos en el Hustings Center de Garrison (Estado de Nueva York) y en el departamento de Ética Médica de la Universidad de Chicago, fruto del cual es el libro 'Una vida de calidad'.
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Pregunta. Es usted una científica atípica, en el sentido de que es bastante popular.

Respuesta. Me he hecho más consciente de ello tras entrar en la Academia de la Lengua. Es cuando una se siente realmente popular. Hasta ahora, nadie me había parado por la calle y ahora me preguntan: '¿Es usted Margarita Salas?', y me dan la enhorabuena. Y tengo que decir que todas son mujeres.

P. ¿Cómo empezó su aventura científica?

R. Mi padre era médico y pariente político de Severo Ochoa. Su tío Álvaro de Albornoz, ministro de Fomento durante la República, se casó con una tía de mi padre, Amalia Salas. Mi padre y Ochoa eran además amigos desde niños y estudiaron juntos en la Residencia de Estudiantes. En el verano de 1958, en uno de los viajes de Severo Ochoa a España, vino a comer a casa y después de 43 años tengo un recuerdo muy preciso: comimos una paella en el jardín. Al día siguiente fui a una conferencia suya en Oviedo y me sentí fascinada por su claridad en la exposición. Luego me mandó dedicado un libro de bioquímica en inglés. Ahí empezó todo.

P. Recientemente, TVE ha emitido una serie sobre Severo Ochoa, que ha sido criticada por su falta de rigor, una cualidad que tanto apreciaba el Nobel. ¿Es un ejemplo de la escasa precisión cuando se divulga la ciencia?

R. En esa serie ha faltado conocimiento biográfico. Dibujan una rivalidad entre Severo Ochoa y Arthur Kornberg, con quien compartió el Nobel en 1959, que no existió. No podía haber pelea porque no pugnaban por descubrir la misma enzima, como se decía en la serie. Kornberg descubrió la DNA polimerasa y Ochoa la polinucleótido fosforilasa. A pesar de todo, creo que el tratamiento científico en los medios de comunicación ha mejorado muchísimo.

P. ¿Cómo explicaría usted el significado de su especialidad, la biología molecular?

R. Trata de entender la biología a nivel de nuestro material genético, del control de los genes y de cómo se expresan.

P. La ciencia y la tecnología sufren una avalancha de neologismos difícilmente traducibles al español. ¿Qué hacer?

R. La ciencia se descubre en inglés, que con una sola palabra implica mucho. La tarea que tenemos por delante académicos y científicos es muy importante. La ciencia no se para, tenemos que ir un poco por detrás, pero adaptando su definición lo más rápidamente posible.

P. En este sentido, hay muchas definiciones sobre las que la RAE no se ha pronunciado.

R. La Academia de las Ciencias ha elaborado un diccionario científico y tecnológico, pero es importante que la de la Lengua también se defina. El problema es que los términos llegan aquí en inglés, los leemos en inglés y los aprendemos en inglés. Y a la hora de traducirlos, cada profesor de cada parte de España lo traduce de una manera, y muchas veces los términos ni se parecen. Sería importante que la RAE estableciera oficialmente su traducción y que los profesores de España e Iberoamérica la adoptasen.

P. ¿Diría usted que estamos ante un gran problema?

R. Estamos ante un problema lingüístico muy grave, porque cada uno hacemos la traducción que queremos y de una palabra en inglés, que es un idioma muy preciso, surgen 20 en español. Un ejemplo: leaky define una mutación que no es eficaz al ciento por ciento, es decir, que se escapa algo. Bueno, pues unos la traducen como mutante gotera, otros que rezuma y otros no la traducen. Y es que no tiene traducción oficial. Otro ejemplo: hay dos secuencias en el DNA, upstream y downstream, que están hacia arriba o hacia abajo respecto a un punto. Y decimos corriente arriba, corriente abajo o aguas arriba y aguas abajo. A mí ninguna me gusta, la verdad. Hay que buscarle una traducción oficial más o menos correcta.

P. Eso suena a una tarea ingente.

R. Lo es y no sólo en cuanto a traducir palabras creadas en inglés, sino para definir muchos términos científicos. Tenemos la clonación, tan de moda. Existe clonación terapéutica, molecular y reproductiva. A veces parece que hablamos todos de lo mismo cuando cada una significa algo distinto. En este sentido, los académicos son conscientes de que hacen falta científicos en la Academia.

P. La sociedad también siente la necesidad de conocer y entender la ciencia, y para eso es imprescindible hacerla llegar bien.

R. La ciencia ha salido a la calle. Muchos de los avances científicos van a repercutir en la salud, y por eso todo el mundo quiere conocer. Y hay que poder explicarle a la gente lo que significan los términos.

P. ¿Qué me dice del ántrax, el carbunco de siempre?

R. En este caso, el ántrax es el nombre oficial de la bacteria que provoca la enfermedad.

P. Dicen que es una científica a la que le gusta el cine, la literatura y la música.

R. Se piensa que los científicos somos insensibles a las humanidades, y creo que quizás es lo contrario. Todo el mundo puede contemplar un cuadro, mientras que para las humanidades es más difícil entrar en el mundo de las ciencias. Pienso que los científicos estamos bastante abiertos al mundo. Yo, cuando puedo, voy al cine; la última película que he visto ha sido La maldición del escorpión de Jade, de Woody Allen. Sigo las películas de Almodóvar, y ahora quiero ver la última de Agustín Díaz Yanes. De música me gusta sobre todo la de cámara.

P. ¿Y libros?

R. Estoy leyendo Soldados de Salamina, de Javier Cercas.

P. Suele decir que ha sido una mujer con suerte. ¿No ha sentido alguna zancadilla por el hecho de ser mujer?

R. Cuando mi marido y yo nos fuimos a EE UU en 1964, Severo Ochoa decidió separarnos en distintos grupos. Dijo que así por lo menos aprenderíamos inglés. Creo que aparte de eso quería que cada uno desarrolláramos nuestra individualidad científica. Ochoa siempre me trató de acuerdo a mi trabajo y no sentí ninguna discriminación. Sí la sentí cuando regresé a España en 1967.

P. ¿Dedicarse a la ciencia en España sigue siendo un trabajo ímprobo?

R. Ahora hay más ayudas, pero estamos muy a la cola de los países desarrollados; en Europa sólo están detrás de España, en el porcentaje de gasto del PIB destinado a la investigación Grecia y Portugal. En general, en España se hace ciencia de calidad, pero nos falta mucho camino por recorrer en términos de cantidad, somos muy pocos científicos.

P. ¿Por qué los Gobiernos son tan tacaños respecto a la ciencia?

R. Es un problema de entender que la ciencia básica es esencial para hacer luego aplicaciones. La financiación de la UE está muy centrada en la investigación aplicada, y es un error terrible: sin la investigación básica se pierde un poco la gallina de los huevos de oro.

P. No será que son mucho más espectaculares las aplicaciones del genoma humano que dedicarse a la bioquímica pura.

R. Claro, pero la fase actual del genoma es una aplicación de la tecnología descubierta en los años setenta.

P. Y todo ¿para morir más tarde?

R. Eventualmente, sí. En 2050, la esperanza de vida podría llegar a los 120 años y uno se pregunta ¿para qué? Pues depende de si se llega o no en buenas condiciones. Pero si se llega a vivir tantos años habrá que cambiar toda la estructura social.

P. Un científico, acostumbrado a trabajar con la vida ¿cómo encara la muerte?

R. Para alguien no creyente, como yo, es algo muy duro, un final que no acaba uno de aceptar ni de comprender.

P. ¿Cuál será el tema de su discurso de ingreso en la Real Academia Española?

R. Me gustaría mezclar la genética y el lenguaje.

Margarita Salas en su domicilio, en Madrid.
Margarita Salas en su domicilio, en Madrid.ULY MARTÍN

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