_
_
_
_
CRISIS POLÍTICA Y SOCIAL EN ARGENTINA

Los más pobres tomaron las calles y agravaron la revuelta generalizada

La ausencia de cobertura social se halla en el origen de las protestas

Los sociólogos los llaman 'los nuevos desaparecidos'. Sin embargo, esos que se ven allí, retrepando la cadena de montañas de basura de más de cincuenta metros de altura en el llamado 'cinturón ecológico' de Buenos Aires cercano al Río de la Plata, unos 15 kilómetros al sur de la Casa Rosada, la sede del Gobierno, existen todavía, sus cuerpos pueden verse y tocarse. Son los argentinos más pobres, que iniciaron y calentaron una protesta cuya raíz está en la falta de cobertura social para hacer frente a una crisis tan dura.

Más información
Caos en Argentina
'Sentate sobre el dinero y pase lo que pase no te muevas de ahí'
Supermercados de cuatro ciudades argentinas deciden regalar comida

No son números de la economía. Tampoco ratas. Son personas, familias enteras. Padres seguidos de hijos harapientos, con los pies desnudos, que suben y bajan la montaña buscando latas, cartones, plásticos, restos de comida. El olor es nauseabundo. Insoportable. Los automovilistas que circulan por la carretera cercana están obligados a cubrirse la nariz con un pañuelo a cualquier hora del día cuando pasan por ese tramo.

La desocupación se triplicó entre 1991 y 1995, los años del crecimiento y del menemismo, cuando se vendieron a precio de liquidación las empresas del Estado y el ex presidente Carlos Menem y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, se atribuían la paternidad del llamado 'modelo'. El crecimiento económico se redujo un 2,8% promedio entre 1996 y 2001 y el desempleo se estima ya en el 20%. Uno de cada tres argentinos no tiene trabajo y otro es un subocupado o empleado temporario. Más de cinco millones subsisten bajo la línea de pobreza. Los analistas les consideran, definitivamente, 'excluidos del modelo'.

El informe sobre la Democracia en la Argentina elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) da cuenta del empobrecimiento de los argentinos. El 62% de los encuestados asegura que su situación económica es peor que la del año pasado. El 97% considera que la pobreza 'es una situación muy o bastante presente', el 95% que la desigualdad social 'es un rasgo muy o bastante presente', y el 93% opina que la polarización social, entendida como la distancia que separa a los más ricos de los más pobres, 'es un rasgo muy y bastante presente en la Argentina actual'.

Cuando el ex ministro Cavallo impuso, hace tres semanas, las restricciones al retiro de los depósitos para evitar una crisis de liquidez que acabaría con el sistema financiero en dos días, encendió la mecha de la bomba de tiempo que estallaría en el corazón del poder. La bancarización de la vida cotidiana obligó a miles de personas a abrir cuentas corrientes, cajas de ahorro, tarjetas de débito o de crédito para reemplazar al dinero en efectivo. ¿Pero ellos, los cirujas de qué iban a vivir si sus amos decidían retener las monedas o los escasos billetes circulantes y dejaban de pagar los dos o tres pesos diarios a cambio de la mercadería recogida en los basurales?

Ellos y los millones de ciudadanos desocupados como ellos que seguían colgados de alguna esperanza en la economía marginal estaban condenados a morir o combatir de hambre. Ahora ya se sabe que salieron a dar batalla. 'Oid el ruido de rotas cadenas', dice en un párrafo el Himno Nacional Argentino, y pueden oírse ahora las quejas porque el brutal ajuste para alcanzar el déficit fiscal cero que reclamaba el Fondo Monetario Internacional se hizo a costa de demorar el pago de los subsidios a los desocupados y de reducir abruptamente los planes alimentarios. La cadena de solidaridad se cortó y las entregas compulsivas de los hipermercados no alcanzaban a cubrir el vacío de las ollas en los comedores populares. Caritas, la organización de asistencia social de la Iglesia, fue la primera en advertir que el sistema había dejado de funcionar. Los alcaldes de pueblo, los intendentes de los municipios bonaerenses donde se asientas las populosas villas miseria, reclamaban a los gobernadores de provincias y éstos, a su vez, al Gobierno central que le retenía los fondos por la coparticipación de impuestos. Todos advertían sobre los riesgos de un estallido. Todos los que tenían al menos uno de los pies en la tierra percibían el temblor del subsuelo. Todos, menos el presidente y sus ministros. Hasta que el vozarrón de la bronca se desató como una tempestead y les arrancó de cuajo de adentro de sus acondicionados despachos.

Ramón Puerta, presidente interino de Argentina.
Ramón Puerta, presidente interino de Argentina.REUTERS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_