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Columna
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Vergüenza presupuestaria

El viernes se decidirán los presupuestos. Los partidos opositores no quieren votar cada enmienda de devolución por separado (y si no lo hacen, los presupuestos se aprueban) porque así aparecen mas vinculados entre sí. Y sin embargo, sí asumirían una única y conjunta votación negativa a las tres enmiendas (y si lo hacen los presupuestos no se aprueban) porque en este caso su vinculación a los otros partidos aparece como más diluida.

En concreto, PP y PSE tendrían que votar la enmienda a la totalidad de Batasuna para conseguir la devolución de las cuentas, una asociación que no desean ofrecer, mientras que el segundo supuesto es un conjunto genéricamente negativo de votos al presupuesto el que impide su aprobación. No resulta muy claro que, caso de optarse por el segundo supuesto, los partidos opositores puedan alegar unas opciones desvinculadas de las estrategias de otros. Si el PP y el PSE consiguen que no se apruebe el presupuesto del Gobierno tripartito, si logran que éste pierda gobernabilidad y legitimidad, ello se deberá a que han contado con el objetivo apoyo de Batasuna.

En todo caso, lo más curioso de este lío es que da la sensación de que los partidos en cuestión se niegan a defender como lícitos los que son, sin embargo, lícitos objetivos políticos. Los partidos dicen que van a oponerse al presupuesto por razones que no se creen ni ellos mismos. Así, el PP dice que el presupuesto no afronta la crisis del Concierto, cuando ha sido una crisis provocada en gran parte por él mismo. El PSE dice que el presupuesto tiene como norte la superación del Estatuto. Como es solo un norte, un destino, un horizonte, no hace falta que nos expliquen dónde aparece esa voluntad antiestatutaria en el presupuesto; se supone que es como una luz/guía que ilumina a todas las partidas presupuestarias. Y como era de esperar, Batasuna dice que el presupuesto es un apuesta pro Estatuto, y que es un presupuesto de entretenimiento. Nunca pensé que un presupuesto -monumento al aburrimiento- pudiese servir para entretener a nadie.

Es evidente que estos partidos podrían haber entrado a analizar los presupuestos y rechazarlos porque incumplen su misión fundamental: incrementar el bienestar general, en el sentido mas amplio del término: mejor educación y sanidad pública, reducción del desempleo y la pobreza, más seguridad, mejores infraestructuras, etc. Y dado que no lo indican así, no parece que los partidos opositores estén descontentos por un conjunto de insuficiencias del Gobierno en esta misión. En este sentido, parece que no les disgusta la estrategia (considerada en su conjunto) de la acción política presupuestaria dirigida a lograr ese objetivo. Y como no les disgusta, se ven obligados a construir una serie de peregrinas razones de rechazo derivadas del incumplimiento de un supuesto espíritu presupuestario.

Lo que resulta sorprendente es que no esgriman las auténticas e -insisto- legítimas razones de su oposición. Negarse a que siga gobernando el tripartito; creer que, si no se aprueban los presupuestos, el desgaste del Gobierno será fuerte. Más desgaste, posibles rupturas y, por qué no, nuevas elecciones en las que ellos podría alcanzar el poder. Todo ello una habitual y legítima estrategia política

Parece como si a estos partidos les diese vergüenza el que descubriésemos que a ellos les preocupa mas la búsqueda del poder que apoyar (o criticar para mejorarlas) las políticas dirigidas hacia el bienestar general. Y por eso justifican su rechazo con argumentos presupuestarios. Pues la verdad no debería darles vergüenza. Porque es algo que ya lo sabe todo el mundo. Y la gente les vota, y si les vota será porque el personal ya se ha resignado a que sean así. Al fin y al cabo, con sus virtudes y sus defectos, es lo que da de sí el sistema de partidos, de todos los partidos.

Quizás a lo que no se ha resignado el personal es a que, encima, le tomen el pelo. En eso sí deberían de tener los partidos un poco mas de cuidado. Un poco más de vergüenza.

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