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Reportaje:FÚTBOL | Internacional

El laberinto de la nandrolona

La lucha de intereses entre los fabricantes de suplementos nutritivos y los laboratorios impide la existencia de una tesis clara

Carlos Arribas

Aunque parezca mentira, Guardiola no inventó la nandrolona. Tampoco es la del futbolista español la primera polémica ligada a un control positivo de esa sustancia anabolizante. Ciclistas, atletas, otros futbolistas, deportistas de todo tipo ya han pasado por el mismo trago.

Muy a su pesar, Guardiola está pisando por un terreno ya muy transitado; un territorio que, pese a todo, aún no está muy claramente delimitado: por el laberinto de la nandrolona, un espacio contradictorio y turbio en el que se mezclan enormes intereses económicos, la pureza de deportistas inocentes, la malicia de deportistas desaprensivos, la hipocresía de todas las situaciones relacionadas con el dopaje y la inconcreción de las autoridades deportivas.

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La nandrolona era una sustancia barata, un anabolizante inyectable que dormía el sueño de los justos. Cuando se afinaron los métodos, la nandrolona se convirtió en un hierro pasado de moda, un producto que sólo consumían los desesperados o los muy pobres. La sustancia permanecía meses en el cuerpo. Un producto para deportistas suicidas.

O eso se creía.

Llegaron los últimos años de la pasada década. Súbita e inesperadamente, la nandrolona vivió un revival espectacular, un boom de positivos que afectaba no a los desheredados habituales, sino a grandes nombres, a deportistas insospechados. Veteranos atletas, como Lindford Christie o Merlene Ottey; desconocidos futbolistas, conocidos futbolistas, como De Boer, Davids o Couto; atletas normales, como Plaza o Richardson. Una epidemia. Comenzó a formarse la nebulosa nandrolona.

Tres hechos fueron fundamentales para la explosión de positivos. El primero fue la aparición de una nandrolona oral, cuya permanencia en el cuerpo no dura más de 48 horas.

El segundo, una ley de 1994 que permite en Estados Unidos comercializar esteroides anabolizantes como complementos dietéticos si no alegan curar o prevenir enfermedades, con lo cual se pueden vender en cualquier tienda, o por Internet, y sin control en su fabricación y comercialización por parte de las autoridades sanitarias. Esta ley fue la base, de hecho, del nacimiento de una potentísima industria en Estados Unidos, la de los suplementos nutritivos especiales para deportistas, un comercio y una fabricación descontrolados de creatina, aminoácidos de cadena ramificada, antioxidantes, arginina, ornitina, carnitina, antioxidantes, androstenedione, carbohidratos y decenas de productos más, que en 1998 movía 800 millones de dólares (unos 150.000 millones de pesetas) anuales. Una moda que se hizo global. Llegó a todos los deportes. Todos los países.

El tercer factor fue la puesta a punto de los espectrómetros de masas de alta resolución, que, combinados con los cromatógrafos de gases, convirtieron a los laboratorios antidopaje en salas perfectas, capaces de encontrar una aguja en un pajar.

El descontrol de la industria de los suplementos en Estados Unidos y de su comercio en todo el mundo -en España se puede comprar de todo en tiendas normales- permitió la contaminación. Fabricantes que no dudaban en añadir, a escondidas, sustancias prohibidas, como anabolizantes puros y duros, para que los efectos de los productos estuvieran a la altura de lo que proclamaban sus etiquetas. O productos, como el androstenedione, permitido hasta hace poco, capaces de generar en el cuerpo el mismo metabolito que la nandrolona, 19-norandrosterone, cuya aparición en orina supone el positivo.

El mayor refinamiento analítico trajo consigo otro efecto secundario. Se descubrió que el cuerpo humano también produce los metabolitos de la nandrolona, aunque en cantidades muy pequeñas. Para evitar el problema de millares de falsos positivos, el COI determinó unos umbrales de seguridad y no se considera positivo una concentración en orina inferior a 2 nanogramos por mililitro en el caso de los hombres y 5 en el de las mujeres.

Todo parece claro, pero es todo lo contrario. Hay dos facciones enfrentadas y los deportistas están en medio. Las investigaciones del COI y de los laboratorios dicen que muchos suplementos están contaminados. Los fabricantes despliegan sus encantos y hallan científicos dispuestos a testificar que el cuerpo humano, en determinadas circunstancias, pueden generar más nandrolona que la que marca el umbral de seguridad. Y no hay una tesis aceptada por todos.

Hasta hace poco, la duda era válida y la mayoría de los tribunales dejaba en simbólicas, cuatro meses como mucho, las sanciones a los positivos por nandrolona. Pero, desde hace unos meses, se abre camino en algunos países, como Italia, la tesis de la tolerancia cero. Y Guardiola, un marciano en la nebulosa nandrolona, pude ser el primer escarmentado.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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