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Guardiola cae en su propia trampa

El técnico del City, que dice que la plantilla envejeció, empleó su táctica más arriesgada, según sus rivales y sus jugadores

Pep Guardiola
Pep Guardiola (derecha) con Carlo Ancelotti antes del partido contra el Madrid.Violeta Santos Moura (REUTERS)
Diego Torres

Pep Guardiola acabó la temporada 2023-24 agotado. Cuentan sus amigos que después de plantearse dejar de entrenar en clubes para trabajar en una selección —ambiciona dirigir España o Inglaterra algún día—, o para cogerse un año sabático, se inclinó por mantenerse leal a Khaldoon Mubarak, el presidente del Manchester City, y prolongar su contrato hasta 2027. Después de ocho años en el club, supuso un paso insólito en una trayectoria marcada por la construcción de proyectos que dejaba al cabo de tres o cuatro años. El entrenador más influyente del siglo siempre supo que su fuerte es la táctica y no la gestión humana. El roce con las plantillas provoca un desgaste que le resulta difícil de compatibilizar con la exigencia cotidiana. Seis meses después del verano de incertidumbre, el desplome es rotundo. El City, que venía de levantar la Copa de Europa en 2023 además de cuatro Premiers seguidas, quedó eliminado de la Champions después de exhibir el juego más deprimente jamás visto en un equipo de Guardiola.

“Queríamos hacer posesiones muy largas para encontrar el mejor momento, porque si haces un partido de ida y vuelta, ahí ellos son muy buenos”, explicó, tras perder 3-1 contra el Madrid este miércoles y quedarse fuera de los octavos por primera vez en las 16 temporadas que suma de carrera en los banquillos.

Los técnicos del Chelsea que eliminaron al Barça en la semifinal de la Champions de 2012 experimentaron un déjà vu al escuchar a su viejo adversario decir que mandó a los jugadores a cuidar la pelota para alargar los ataques en lugar de desplegar el fútbol vertiginoso que es su sello distintivo. Estos antiguos miembros del cuerpo de asistentes de Roberto di Matteo, campeones de la Champions en 2012, evocaron el pasado con nostalgia al ver cómo Gündogan y sus compañeros se paralizaban y se confundían bajo las mismas consignas que paralizaron y confundieron a algunos de los futbolistas más preclaros que jamás se han juntado en una misma cancha —Messi, Xavi e Iniesta— hace más de una década.

“En 2012 en el Chelsea pensábamos lo mismo que ahora, y es que Guardiola es un mito que crea equipos inexpugnables por la presión y la circulación de pelota, salvo cuando el propio Guardiola les pide a sus jugadores que bajen el ritmo para cuidar el balón”, cuenta uno de aquellos expertos, bajo condición de anonimato. “En 2010 lo hizo contra el Inter, y el Inter lo eliminó. Nosotros lo estudiamos y concluimos que repetiría el plan contra el Chelsea. Teníamos un 5% de probabilidades de clasificarnos. ¡Y nos funcionó con Raúl Meireles y el Galgo Ramires!”.

Los ayudantes de Di Matteo descubrieron la brecha cuando estudiaron el Barcelona - Inter (1-0) de abril de 2010. Dividieron el campo en cuatro cuartos, midieron las maniobras colectivas en trayectorias de circulación de balón de 50, 100 y 150 metros, y verificaron que el Barça había movido la pelota a la misma velocidad en el área contraria que delante de sus centrales. Messi y sus colegas retuvieron el balón una media de tres segundos antes de volverlo a pasar. Siempre al mismo ritmo. En todos los cuadrantes sin acelerar. Casi el doble del promedio de la temporada. Dedujeron que Guardiola les había ordenado tener paciencia y esto los indujo a desaprovechar minutos preciosos en busca de pases que solo aparecen después de ciclos de circulación rápida. Años más tarde, el patrón se repitió. Más de un futbolista del City reconoció en privado que en caso de dudas, sobre todo contra rivales poderosos, el técnico les pedía que ralentizaran la circulación, que pensaran después de recibir la pelota y buscaran las mejores opciones de pase para evitar pérdidas y contragolpes en contra. Lo que pretendió proporcionar seguridad, se convirtió en el caldo de cultivo de la inseguridad, el miedo al error y la angustia. A los jugadores consultados este cambio de registro de la agresividad a la cautela no les gustaba, dicen, porque lo interpretaban como una señal de desconfianza del entrenador.

Aquellas eliminatorias de 2010 y 2012 se convirtieron en canónicas. Un modelo que desde entonces siguen las secretarías técnicas de varios de los grandes equipos de Europa cada vez que han enfrentado a Guardiola con la esperanza de que, llegado el día, optará por seguir la parte de su doctrina que hace que sus equipos compitan en el ángulo más lento de su horquilla de rendimiento. Algo que las defensas contrarias agradecen cuando necesitan aire para organizarse y referencias estáticas para presionarlas con eficacia. Sucedió el día que el Madrid eliminó al Bayern (0-4) en 2014; el día de la final de Lisboa que el City perdió ante el Chelsea en 2021; y también en la final de 2023, que el City le ganó al Inter después de perder el control del partido, rematar siete veces y sufrir 14 remates.

El miércoles, cuando Guardiola se sintió amenazado, repitió la vieja consigna inhibitoria. Pero esta vez no dirigía un equipo pujante como en 2010, 2012, 2014 o 2021, con jugadores proclives a creer incluso en discursos reactivos después de años de promoción de la audacia. Este City es un equipo golpeado por meses de intentos frustrados de romper la mala racha. Nadie en el cuerpo técnico pareció calibrar este indicador. La respuesta fue abrumadora. Sus jugadores parecieron adormecidos ante un Madrid que después de perder contra el Espanyol, estrellarse contra Osasuna y empatar contra el Atlético en Liga, se mostró revitalizado ante un adversario que lateralizaba pases a la espera de que ocurriera algo sin provocar que ocurra. Como tituló The Guardian después de la derrota: “Las figuras del City se convirtieron en zombis perseguidos por sus propios fantasmas”.

Viejos, quemados, o demasiado jóvenes

Desde hace un tiempo hay jugadores en el City que parecen quemados de tanto esperar soluciones que no llegan. Guardiola cree que el fracaso se debe al envejecimiento de su plantilla. “Un poco sí hay que reconstruir el equipo”, dijo en el Bernabéu, en los micrófonos de Movistar. “Las cosas no son eternas. Algunos ya tienen una edad”.

La regeneración ya comenzó. En el último año y medio el City ha invertido 500 millones de euros en fichar jugadores como Nico, Marmoush, Savinho y Khusanov, todos titulares ante el Madrid. Ninguno con experiencia en el máximo nivel. Todos muy jóvenes. Quizás demasiado.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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