Bin Laden, 'caganer'
La Fira de Santa Llúcia se abrió ayer junto a la catedral con 391 puestos de árboles, figuritas y artesanía
'Parece que llevamos los 365 días del año aquí...'. 'Te miro y me digo, ya estamos aquí otra vez'. Las dos feriantes están otra vez frente a frente, prestas a pasar las próximas tres semanas en el Pla de la Seu, llueva, nieve o haga viento. Estamos en la Fira de Santa Llúcia, que se abrió ayer en los alrededores de la catedral de Barcelona, al igual que la que se instala en la Sagrada Familia. La feria es y no es la misma de siempre... La novedad de la presente edición, el caganer, con perdón, con el aspecto de Osama Bin Laden.
En la Fira de Santa Llúcia aguardan 391 puestos, 126 de los cuales venden musgo y árboles; 147, figuritas para los belenes; 114, productos de artesanía, y 4, zambombas y panderetas. Por cierto, ¿aún se venden zambombas? Los dueños de los puestos aseguran que sí, aunque reconocen que 'los niños las piden por capricho, porque ninguno sabe qué significan ni qué hacer con ellas'.
Pero volvamos a la actualidad. A Bin Laden lo encontramos con la ayuda de Esteve Fàbregas, que lleva 50 años en la feria vendiendo figuritas. El caganer está en el puesto de Rosa Maria Bel, cuesta 1.500 pesetas y muestra al enemigo público número 1 en cuclillas, con su indumentaria blanca, su chaleco caqui y su turbante. No hay rastro del kalashnikov. Está hecho, no hace falta subrayarlo, de barro. A media tarde Bel había vendido cinco, y en toda la feria quiere colocar unos 100, aunque no está segura de que la persona que se los elabora por encargo pueda servirle tantos. A un lado de la figurita, otro personaje popular, aunque por otros motivos: el Paco del programa de TV-3 La cosa nostra, una novedad del año pasado, aclara la feriante. Otros años han desfilado por su puesto Fidel Castro y el padre Apeles, cuenta. La Fira de Santa Llúcia es campo abonado para los coleccionistas de caganers. Esa tradición tan... tan autóctona.
Pero la feria no son sólo caganers. Es el momento de volver a ver a los feriantes que se resguardan del frío con gorros y guantes con los dedos cortados. Muchos de ellos se dedican al comercio sólo en estas fechas. Son puestos de tradición familiar, como recuerda Fàbregas: 'La familia de mi mujer se puso a vender en la feria durante la posguerra para tener unos ingresos extras'. Otros, como Dolors Valls -19 años vendiendo ornamentos-, dicen que continúan en sus puestos por 'ilusión' a pesar de que cada vez 'se hace menos negocio', del 'frío' y de que después de horas y horas abiertos al público a los vendedores se les queda 'el culo cuadrado'.
La oferta, como siempre, se divide por sectores. En la avenida de la Catedral, árboles, tions con barretina, musgo, centros de mesa, eucaliptos, coronas, velas, acebo, muérdago y otras filigranas decorativas para los árboles -las tiras de papeles brillantes y de colores, el espumillón, han perdido terreno ante las bolas-, y ponsetias, pocas a causa de los temporales que azotaron la costa catalana el pasado mes. En el Pla de la Seu y la calle de Santa Llúcia, figuritas para los belenes y más decoraciones. En la plaza de Garriga i Bachs, las calles de la Pietat y de los Comtes y en la plaza de Sant Iu, la artesanía. Como banda sonora, esos villancicos y esas canciones para hacer cagar el tió que, de hecho, en cada casa se cantan con una letra distinta.
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