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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Codo con codo

La condición de aliados se demuestra en situaciones difíciles, como la que EE UU está sufriendo desde los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington. 'Codo con codo' y 'total apoyo en cualquier parte' en la lucha contra el terrorismo es lo que Aznar ha prometido a EE UU en su visita oficial a Washington. Esta solidaridad y cooperación en todos los órdenes, que, en palabras de Aznar, tiene carácter 'de ida y vuelta' -es decir, también en la lucha contra ETA-, no puede, sin embargo, llevar al Gobierno español a respaldar sin más todas las medidas adoptadas por la Administración de Bush en su guerra al terrorismo. Algunas de ellas violentan el sistema de garantías del Estado de derecho hasta extremos que son más que discutibles. Y concretamente, la activación de tribunales militares para juzgar a los terroristas rememora inevitablemente en España los consejos de guerra del franquismo.

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Dada la brevedad de su comparecencia conjunta en los jardines de la Casa Blanca, nos hemos quedado sin saber si Bush ha logrado convencer a Aznar. El presidente del Gobierno español se ha limitado, de forma diplomática, a considerar que EE UU 'organiza su jurisdicción como le parece oportuno'. Este sistema incluye la pena de muerte, que impediría a España conceder la extradición a EE UU de los detenidos por su pertenecencia a la red Al Qaeda, salvo que la justicia estadounidense se comprometiera a no ejecutarlos en caso de condena.

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España tiene elementos que aportar a EEUU en la lucha antiterrorista, y también una experiencia: la democracia y el Estado de derecho deben resistir la tentación de desnaturalizarse a la que les empuja el terrorismo. Aznar habló de que los terroristas deben ser juzgados. Y así debería ser. También debería aclararse la suerte de los tres supuestos españoles detenidos en EE UU en las redadas policiales que han seguido al 11-S.

Junto con la cooperación judicial, policial y de inteligencia, la principal aportación española a la lucha contra Al Qaeda y la guerra de Afganistán ha sido, hasta ahora, la autorización para el libre uso de las bases conjuntas en territorio español, según un convenio que se va a prorrogar, pues EE UU tiene ahora otras prioridades en su agenda exterior que entrar en una nueva negociación. España ha ofrecido enviar contingentes armados -13 aviones y personal de apoyo- para operaciones humanitarias y reforzar, 'si es necesario', el apoyo militar español a la lucha contra el terrorismo internacional.

Pero EE UU ha querido librar este conflicto bélico prácticamente en solitario, aunque haya usado los territorios y los servicios de inteligencia de la coalición internacional, más la legitimidad del derecho a la legítima defensa, avalada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Salvo en la valiosa aportación de los comandos especiales británicos, Estados Unidos ha mantenido a raya a las fuerzas de Francia y del Reino Unido. Como ha afirmado el ministro español de Defensa, Federico Trillo, 'Europa, militarmente, no ha existido' en esta guerra. Los aliados servirán para la próxima etapa, la del mantenimiento de la paz y la construcción del Estado en Afganistán. EE UU hace la guerra y Europa saca la chequera a la hora de la reconstrucción.

La visita oficial de Aznar a Washington y Nueva York, prevista desde junio, va más lejos de la presente crisis. La agenda de la próxima presidencia española de la Unión Europea incluye entre sus prioridades la revitalización de la Agenda Transatlántica -también negociada bajo presidencia española en 1995-, tanto en el plano global (con la nueva ronda de la Organización Mundial de Comercio y las cuestiones medioambientales en el centro) como bilateral entre la UE y EE UU (cooperación en la lucha contra el terrorismo y problemas de fusiones de empresas, entre otros). Hay, además, un interés común por América Latina.

Clinton y Felipe González lograron una cierta cercanía. Desde otra posición ideológica y otra coyuntura, Aznar parece haberse situado en la estela de Bush.

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