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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

Grupos de presos en Mazar-i-Sharif resisten amotinados entre cadáveres

Estados Unidos y la Alianza preparan el asalto final a la fortaleza

Guillermo Altares

A pesar de los bombardeos estadounidenses, la rebelión de mercenarios extranjeros talibanes en la fortaleza de Qila-i-Jhangi, en las afueras de Mazar-i-Sharif, no estaba dominada anoche. Cientos de presos y combatientes de la Alianza han muerto. La cifra exacta aún no se conoce. La Cruz Roja no logró acceder al fuerte. Tampoco lo consiguieron, debido a los intensos combates, los 40 miembros de las fuerzas especiales de EE UU.

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En el interior de este fuerte del siglo XIX, que tiene una ciudadela coronada por una inmensa cúpula azul, tiene su cuartel, y también una prisión, el general uzbeko Abdul Rashid Dostum. Allí encerró a unos 500 extranjeros, muchos de ellos miembros de la red de Al Qaeda, que combatían con los talibanes en Kunduz. Anoche todavía resistían en el interior unos 50 prisioneros en una actitud suicida. Por tanto, unos 450 habrían muerto o depuesto las armas. Los accesos al fuerte estaban completamente cerrados, pero, según las agencias de prensa internacionales presentes en la zona, seguían escuchándose el tableteo de las ametralladoras, tiros de armas ligeras y explosiones de mortero.

Los presos arrebataron el domingo las armas a sus guardianes y se liaron a tiros con todo lo que se movía. Un corresponsal de Reuters que se encontraba en el interior de la fortaleza al iniciarse los combates aseguró que, además de varios periodistas, también se encontraba en el fuerte un misterioso norteamericano, con un teléfono satélite, que seguramente era miembro de las fuerzas especiales estadounidenses, con la misión de interrogar a los presos.

El Pentágono confirmó ayer que varias decenas de soldados estadounidenses fueron desplazados a la zona para poner fin al motín. Un testigo declaró que se habían escuchado 'tiros y bombardeos' durante toda la noche. Pero, a pesar de las bombas caídas en el mismo fuerte y de la fiereza con que las tropas de Dostum trataron de reducir a los amotinados, no lo consiguieron. Abdul Wahid, portavoz del partido Hezb-i-Wahdat, dijo que si hoy no se rendían forzarían la entrada en el fuerte y acabarían con todos. Wahid reconoció quye entre los más de 100 muertos de la Alianza, se encuentra Nadir Alí Jan, que acababa de ser nombrado nuevo jefe de la policía de la provincia de Balj, de la que Mazar-i-Sharif es la capital.

La violenta rebelión del fuerte de Qila-i-Jhangi es una prueba más de que esta zona del norte de Afganistán sigue inmersa en una situación incierta e insegura, aunque fue la primera en ser capturada por la oposición antitalibán durante su ofensiva. Un portavoz de Naciones Unidas, Jaled Mansour, aseguró ayer en Kabul que la ONU había pedido a Dostum que 'garantizase la seguridad' para los envíos de alimentos y ayuda humanitaria y 'que respetase los derechos humanos en las zonas que controla'. Esta advertencia de la comunidad internacional a un general que, en teoría, forma parte de los aliados de Occidente en Afganistán, la Alianza del Norte, refleja hasta qué punto es problemático el panorama en Mazar. Mansour aseguró que habían recibido informaciones sobre el hostigamiento al que eran sometidas trabajadoras de organizaciones humanitarias en la ciudad más importante del norte del país.

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Naciones Unidas tampoco considera seguras las rutas por el norte, en gran parte debido a la posible presencia de elementos incontrolados de las milicias talibanes, que pueden haberse lanzado a los caminos tras haber sido derrotados. Los convoyes que llegan desde Taloqan hasta Kabul siguen dado un rodeo de tres días por infernales caminos de cabras cuando por la carretera, en teoría en poder de la Alianza del Norte, se tarda unas diez horas.

El temor provocado por la rebelión de Mazar-i-Sharif se ha extendido a todo el país. En Kabul, que fue abandonado por los talibanes a toda prisa en una noche, las medidas de seguridad han aumentado de forma espectacular, tanto en los edificios públicos como en los hoteles donde se encuentran los extranjeros, a los que ya no dejan acceder a coches a menos de 300 metros. Todo el mundo teme que hayan quedado grupos de mercenarios de los talibanes atrapados en Kabul. El toque de queda es muy estricto en la capital afgana. Comienza a las nueve de la noche, aunque desde la seis no hay nadie por la calle, sólo los numerosos controles policiales, formados muchas veces por soldados imberbes con Kaláshnikov.

Soldados de las tropas especiales de EE UU, junto a combatientes de la Alianza en el fuerte de Mazar-i-Sharif.
Soldados de las tropas especiales de EE UU, junto a combatientes de la Alianza en el fuerte de Mazar-i-Sharif.AP

En el centro de Kunduz

Las tropas de Alianza del Norte consiguieron ayer finalmente entrar en el centro de Kunduz, último foco de resistencia talibán en el norte de Afganistán. Según sus habitantes, los talibanes abandonaron totalmente la ciudad en la noche del domingo al lunes y las tropas opositoras llegaron hasta el centro sin lucha. El ministro de Exteriores de la Alianza Abdulá Abdulá confirmó la noticia aunque reconoció que muchos talibanes, sobre todo los mercenarios extranjeros, huyeron al oeste, a la región de Char Dara, donde proseguían los combates. La suicida rebelión de cientos de presos en la cárcel de Mazar-i-Sharif, la mayoría de ellos trasladados desde Kunduz, donde se entregaron a sus enemigos, no invita al optimismo sobre la seguridad en esta zona, donde los combates pueden ser largos. Según la BBC, muchos civiles murieron en Kunduz durante la ofensiva de la Alianza, apoyada por la fuerza aérea de EE UU.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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