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Entrevista:EMMA BONINO | La situación de las mujeres afganas | GUERRA CONTRA EL TERRORISMO | GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

"Queremos ministras en el Gobierno provisional afgano"

Xavier Vidal-Folch

La líder del Partido Radical, la italiana Emma Bonino, ha convocado para el próximo sábado, día 24, una jornada internacional de ayuno con el objetivo de conseguir que el próximo Gobierno provisional de Afganistán incluya mujeres. La ex comisaria europea de ayuda humanitaria fue quien primero denunció internacionalmente la opresión de las afganas, expulsadas por los talibanes de la vida profesional y obligadas a usar el burka.

El régimen de Kabul la detuvo en 1997. Bonino lanzó una campaña de denuncia. Logró que la ONU diese marcha atrás en su intención de reconocer al régimen talibán como legítimo. 'Ya no es tiempo' de denuncias del pasado, sino de exigencias de futuro, sostiene.

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Pregunta. ¿Cómo nace esa idea?

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Respuesta. Si tienes poderes de Gobierno puedes hacer muchas cosas. Si no, como ciudadano, lo que tienes es tu cuerpo. El ayuno es también una manera de poner una parte de ti mismo. Es una acción política que no necesita de gran aparato, se puede hacer en casa. Ya tenemos comprometidas 560 personas de distintos países, entre ellas el secretario de Estado español para la Unión Europea (UE), Ramón de Miguel, y muchos otros españoles. El día 24 yo estaré en Sevilla, en un acto del Foro de las Tres Culturas, espero que muchos participantes, entre ellos la princesa de Jordania, se sumen a la iniciativa. La gente se apunta por Internet, a través de www.radicalparty.org

P. ¿Encuentra eficaz este tipo de acción, que ya utilizó en la última campaña electoral italiana sin demasiado éxito?

R. Llamamos la atención sobre la necesidad de que se discutieran asuntos importantes para los ciudadanos, que es lo que pretendía. Esto de ahora es diferente. Aquélla era una huelga de hambre y sed sin duración fijada, y era personal. Fueron cinco días terribles. Esto es un ayuno de 24 horas, compartido por mucha gente. Es más simbólico, es un testimonio. Pretende dar cuerpo a una idea. Quienes se apunten experimentarán voluntariamente lo que sufren muchos perseguidos y refugiados. El esquema es el de la acción política no violenta que practicó Gandhi, que supone siempre meterse dentro de la piel del otro.

P. El objetivo de que el Gobierno provisional incluya mujeres no parece fácil, nadie habla de eso.

R. Sí, me temo que será dificilísimo, porque pone en cuestión a los poderes tradicionales, va contra la rutina. Y, sin embargo, es una propuesta racional, supone reconocer a la mitad de la población afgana. No debería ser tan complicado, ¿verdad? Me sorprende que los grandes negociadores y diplomáticos implicados en la solución a la crisis afgana no hayan insistido en este asunto. En esos grandes encuentros internacionales no se ve a una sola mujer, ¡ni siquiera como intérprete!

P. Hace mucho que las mujeres afganas viven relegadas.

R. Pero esto no fue siempre así. Antes de la guerra civil participaban activamente en la vida del país, sobre todo en las ciudades. Ocupaban incluso puestos que en el mundo musulmán suelen resevarse a los varones. Había médicas, abogadas, altas funcionarias. Y hubo, hasta 1987, parlamentarias y hasta tres ministras. Pero ya a principio de los años noventa, con la llegada de los muyaidin, las cosas empeoraron: generalizaron el uso del velo, aunque fueron los talibanes los más rígidos, al imponerlo so pena de castigo. Igual que Kofi Annan, quiero un Gobierno pluralista y que guarde un equilibrio entre las distintas etnias. Pero que también mantenga otros equilibrios, que incluya a mujeres.

P. Acaso en una primera fase reconozcan los derechos de la mujer y luego ya se verá su participación política.

R. Seguramente se reconocerán esos derechos. Pero no basta. Hay que ejercerlos. Yo confío más cuando los ejercen las mujeres que cuando lo hacen esos barbudos. En política la simbología es muy importante. Ver a mujeres con responsabilidades políticas será una señal para todas las mujeres. Un certificado de que se ha pasado la página del talibanismo. Nosotras no queremos protección, nos protegemos solas si tenemos opción a ejercer responsabilidades.

P. Ahora proliferan las denuncias contra el trato humillante a las afganas.

R. Lloramos, sí, pero ¿cómo? Nos hemos emocionado demasiado tarde y demasiado poco. Procuremos no equivocarnos más, ya no es tiempo sólo de denuncias sobre lo sucedido en el pasado, sino de exigir cosas esenciales para el inmediato futuro.

P. En septiembre de 1997 usted viajó a Kabul como comisaria europea para la ayuda humanitaria y el régimen talibán la detuvo. ¿Para qué sirvió aquel conflicto?

R. Entonces me encontré sola denunciando la dramática condición de las mujeres afganas. Esta vez no quiero quedarme sola reivindicando que se les devuelva lo que se les arrebató.

P. No consiguió nada práctico.

R. ¡Un momento! Tras mi viaje redacté un informe político, en el que destacaba que el régimen talibán constituía un desastre y un peligro público, no sólo por su trato humillante a las mujeres, sino también por su implicación en el tráfico de droga y por su control de una zona con importantes recursos energéticos. Hice así una llamada a los partidarios de la realpolitik, pero no consideraron prudente escucharla. Bueno, proseguimos, y el 8 de marzo de 1998, el Día de la Mujer Trabajadora, lo convertimos en una jornada de denuncia de la opresión a la mujer afgana. Y entonces, finalmente, obtuvimos resultados. Logramos, con el apoyo de las feministas norteamericanas, evitar que Naciones Unidas reconociese al régimen talibán como Gobierno legítimo. ¡Estaban a punto de hacerlo!

P. Pero sabían lo que ocurría allá.

R. Pues claro que lo sabían, lo sabían todos. La diferencia es que para analizar un país yo suelo utilizar no sólo el incremento de su PIB, sino también el criterio de si respeta o no los derechos humanos. Y las diplomacias tradicionales olvidan ese criterio.

P. ¿Cuál ha sido la peor equivocación de la comunidad internacional respecto a Afganistán?

R. Ha subestimado el peligro que supone la existencia de un régimen fanático. Hay un montón de países que violan los derechos humanos. Pero cuando se conjuga una violación masiva de estos derechos, organismos dictatoriales y fanatismo creciente, la situación puede convertirse en explosiva.

P. Por este tipo de juicios, a veces la tildan de soñadora o utópica.

R. La falta de sueños de algunos acaba a veces en pesadilla. Mire los resultados obtenidos por quienes se acercan a la política internacional como aprendices de Richelieu, pregonando por ejemplo que 'el enemigo de mi enemigo es siempre mi amigo'. Podrá serlo en lo inmediato, pero ¿y a largo plazo? ¡Cuántos monstruos hemos inventado gracias a la aplicación de ese principio! En los años cincuenta bastaba con ser anticomunista para ser de los nuestros, y así creamos a Mobutu, a Amin Dada, a Bokassa. En los años ochenta, para contrarrestar a Irán, nos inventamos como quien dice a Sadam Husein, y ahí sigue. Para luchar contra los rusos apoyamos primero a los muyahidin y luego a los talibanes... El problema de los monstruos es que una vez creados no desaparecen apretando un botón. Una cosa son las alianzas tácticas y otra crear regímenes que acaban convirtiéndose en un peligro para el mundo entero. La globalización de los derechos humanos y de la democracia es la política más sencilla y más prudente. Es la mejor para esos pueblos, pero también para nosotros, que exportamos de todo, pero apenas exportamos los derechos humanos.

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