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Entrevista:JERRY GONZÁLEZ | Trompetista y percusionista

"España es la oportunidad de hacerse rico"

'Mi padre cantaba en un conjunto de Nueva York en los cincuenta. También reparaba televisiones, vendía bragas y trabajaba en una línea de montaje. Pero en casa siempre había música. Y cuando mis padres salían, mi hermano y yo nos tirábamos a los discos y los poníamos a todo volumen. El Mongo Santamaría me jodió la vida. Me fascinaron desde los 8 años. Un día vino un amigo con una conga, le dí un golpe y dije: 'Coño, pero esto qué es'. Después me rompí una pierna y me regalaron una conguita con tachuelas. Y empezó la rumba'.

Jerry González es un tímido arrollador. Dueño de las manos más grandes que se puedan imaginar, alto y desgarbado, no para de poner discos mientras habla. Autor o coautor de una veintena larga de discos, la mayoría grabados con su banda neoyorquina Fort Apache, ha formado parte del Folclórico Nuevayorquino, la Big Band de Chico O'Farrill, el grupo de Patato Valdés y otros muchos. Hoy es un músico de culto y vive en Madrid.

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Juntos pero no revueltos

Garaje y laboratorio

Sus padres venían de Puerto Rico: él nació en Manhattan (1949) y se crió en el Bronx. Aprendió por libre a tocar la trompeta y las congas (y el clave, y otras muchas cosas) en el Lower East Side, un barrio donde vivían los mejores músicos latinos de la época. Muchos de ellos pasaban por su casa. 'Nuestro garaje era un laboratorio abierto a todos'. Miles Davis, Thelonius Monk, James Brown, Chet Baker, Dizzy Gillespie, Gill Evans, Tina Turner fueron algunas influencias posteriores. 'Me gusta mucho tocar para los bailadores. Antes de tocar bailaba mucho. Pero mi madre me mandó a unas colonias de la policía, en el campo cerca de Nueva York. Encontré una corneta en el fango, la limpié y ya no la dejé más nunca'.

Poco a poco, fue construyendo una personalidad comprometida y bohemia a la vez: 'Tocaba en bodas, en cumpleaños... Y también luchaba en la calle por los derechos civiles. Con los Young Lords, un movimiento puertorriqueño paralelo al de las Panteras Negras. Eso duró hasta que me paniqueé con la guerra de Vietnam. Vi que mis amigos no duraban ni un año. No dejaba de ir a las funerarias. Así que me escapé. Por suerte había leído la autobiografía de Malcolm X. Me hice el loco y fingí que quería matar al médico. Como Malcolm. Vino la Policía Militar y me botaron al carajo'.

'Entre el 64 y el 70 había muchas cosas pasando en Nueva York. La música, la mierda política, el LSD, Woodstock, Ginsberg y Burroughs...'.

Todo dejó su poso. Hoy, González es sobre todo un tipo enamorado de la música, capaz de llegar al pequeño Café Berlín de la calle de Jacometrezo y tocar desde las doce de la noche hasta las siete de la mañana. A caballo entre Nueva York, Puerto Rico y, desde que hace un año se lo trajo Fernando Trueba para presentrar la película Calle 54, Madrid, dice que 'España es la ocasión de hacerse rico. He trabajado con Martirio, estuve en el disco de Esperanza Fernández y en el de El Cigala, y he juntado dos grupos. Uno, de jazz para todos los días, el Berlín Cuarteto; el otro, Los Piratas, de flamenco y jazz, con el que he grabado un disco y en el que están Diego El Cigala, Niño Josele y Piraña. En un año he hecho más cosas que en cinco en América. Mucho mejor que estar tumbado en la hamaca en Puerto Rico haciendo nada o aguantando la jodienda de esperar a que suene el teléfono en Nueva York'.

¿Qué trompetistas admira? 'Miles Davis era un modelo. Y Chet Baker fue el blanquito más cercano a Davis. Aunque no era blanquito, era cherokee'. ¿Y de ahora? 'Wynton Marsalis les rompió el culo a todos los blanquitos. Pero ya no me pone. ¡Fúmate un porro o algo, chico!'. ¿Y Arturo Sandoval? 'Físicamente un portento. El Schwarzenegger de la trompeta'.

Jerry González.
Jerry González.

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