Un prodigio de cine libre
Aunque una componenda final de las peleas del jurado le privase del León de Oro, fue el casi debutante iraní Babak Payami, escritor y director de la pequeña y gozosa maravilla artesanal de El voto es secreto, el triunfador indiscutible del último festival de Venecia. Allí nadie llevó cine situado, en cuanto arte y en cuanto combate, por encima del que aportó este cineasta hasta entonces desconocido, que logró hacerse rodear, en medio de un nido de cinéfilos aficionados a la disidencia, del aura de la unanimidad.
Porque, además de llevar dentro cine formalmente exquisito, cae bien El voto es secreto. Es una película jugosa, ágil, suelta, libre, amistosa, divertida, tocada por la varita mágica de un vivísimo humor surrealista que, para mayor duende, está incrustado dentro de una fábula de la más pura tradición del realismo de la escuela de Teherán, de la estirpe de Kiarostami y Makhmalbaf, que hace diez años eran raros nombres de pobladores del lado esotérico del cine y hoy son maestros de su oficio con pleno reconocimiento universal.
EL VOTO ES SECRETO
Director y escritor: Babak Payami. Intérpretes: Nassim Abdi, Cyrus Abidi, Yossef Habashi, Farrokh Shojali, Gholbahar Jhangali, Shoreh Hashemi, Mohamadreza Hamedani. Irán, 2001. Género: drama. Duración: 105 minutos.
Es ese hallazgo, de nítida estirpe buñueliana, de la surrealidad dentro de la realidad, la sutil y maleable materia filmada por Payami en una deslumbradora extracción de su mirada irónica, fraterna y sabia. Y es ésta la mirada que segrega y trenza la seda por donde se desliza la imagen de un filme sencillo pero complejísimo, de excepcional hermosura y sagacidad, inteligente y libérrimo, que pone en marcha una doble y fascinante aventura íntima y pedagógica, política y lírica, severa y llena de humor.
Es la aventura de una muchacha que es encargada en Teherán de recoger, en las últimas elecciones de Irán, los votos de los habitantes de una desolada y casi desierta islita del golfo Pérsico; y allí es escoltada -en un apacible, vibrante, esperpéntico, loco y emocionante itinerario de casa en casa y de piedra en piedra, con una urna bajo el brazo- por un soldado raso, campesino analfabeto, bondadoso, escéptico y enamoradizo, con el que la joven interventora electoral inicia y hace crecer sin palabras, sin roces y sin gestos, con delicada flema, un precioso idilio con sutilísimo happy end incluido.
El voto es secreto arranca de planos largos secuenciales, de alma y busca ascéticas. Pero pasada esta zona inicial morosa, la película, que así vuela con las raíces agarradas a la tierra y anclada en la estirpe documental del realismo de donde procede, se precipita hacia el juego. Un juego que es una rara y deliciosa combinación de suceso de la imaginación, de busca de libertad y de metáfora de un pueblo varado que mira de soslayo a su lenta conquista de la democracia.
Babelia
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