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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El polvo de los sueños

La guerra de Marruecos, el desastre de Annual, Abd el Krim, Pajarito, el general Silvestre, Alfonso XIII y sus olés, el sargento Basallo, el expediente Picasso; en una palabra, aquel pudridero nacional no ha dado una literatura en consonancia con la magnitud de aquella tragedia. Están los relatos de Barea, Sender, Díaz Fernández; las 'notas marruecas' de Giménez Caballero; las crónicas de González-Ruano en los treinta en un viaje fantasmagórico en busca de los prisioneros de Abd el Krim, de los desaparecidos del desastre de Annual; o las impresiones de 'el problema marroquí' del reportero Pío Baroja, escritas para El Globo, donde a la manera barojiana se decía: '...no debe existir a las puertas de España un pueblo de salvajes...'. (Y los relatos de las 'plazas de soberanía' de Miguel Bayón, Martín Casariego o Martínez de Pisón, sin olvidar el Tánger de Ángel Vázquez, o el de Ramón Buenaventura).

DEL RIF AL YEBALA

Lorenzo Silva Destino. Barcelona, 2001 334 páginas. 2.500 pesetas

Más que en los libros, las guerras de Marruecos han estado en la memoria colectiva de aquella vieja España que envió a sus soldados, sin letras y sin armas y en alpargatas, a morir a aquel matadero. Esa memoria colectiva que se ha transmitido de forma oral, de padres a hijos, de abuelos a nietos. De esa memoria colectiva del recuerdo de no uno, sino de dos abuelos, los de Lorenzo Silva, surge este libro de viajes por el Rif y por el Yebala, por ese norte de Marruecos donde va a en busca de la patria del alma, y que es, a la vez, mezclado, el diario de un turista y el cuaderno de bitácora de quien viaja a través de la memoria de los que le antecedieron. En 1997, Lorenzo Silva emprende un viaje con la intención de pisar el polvo de sus sueños, aquellos relatos africanos de su abuelo y que leyó en su infancia. A la vuelta volcará sus experiencias en dos libros editados este año: la novela, El nombre de los nuestros ( Destino) y, ahora, en este otoño, ese 'viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos', que así ha subtitulado su libro de viajes. Un libro en el que están desequilibrados los dos platillos. Lorenzo Silva acierta cuando acopia y administra los materiales documentales que trae en su memoria para dar vida al paisaje que recorre. Están muy bien contadas las historias, es amenísimo el relato, y fascinante. Y sin embargo, flaquea cuando relata sus propias experiencias de viajero, pues más parece un turista que tiende a contar con minuciosidad y obviedad todo lo que ve. Hay una excesiva prolijidad en el relato de lo que come, cómo son los hoteles, los moros (palabra que por comodidad y coloquialidad emplea a menudo, sin problemas) con los que se topa y cuánto dan de sí las monedas que lleva en la mano. Es más interesante -ahí está el escritor, aunque maneje materiales de otros- cuando bucea en la memoria fantástica de esa tierra llena de maravillas y excesos que cuando bracea en su propia realidad. Salvado este escollo, que no es insignificante, el relato se deja leer muy bien y el lector participa de esa fascinación por un país que se pierde en el horizonte de la historia y que es hoy eso que aparece en la mano de Lorenzo Silva entre las monedas.

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