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Columna
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Metro, ¿al fin?

Recuerdo, allá por 1978, cuando en el PSOE nos devanábamos la sesera tratando de averiguar cómo sería la democracia real, quiero decir, la que había que poner en los programas de gobierno, además de en las proclamas dominicales. Con la primera campaña municipal encima se nos ocurrían las cosas más peregrinas. Guillermo Gutiérrez, enviado especial a Francia, informaba que allí la preocupación era qué hacer con las cacas de los canes, esas marcas con las que nuestros mejores amigos van señalando una suerte de propiedad imaginaria en territorio de nadie. ¡Esos gabachos! Otros esgrimían la necesidad de instalar aire acondicionado en los autobuses públicos. Alguno, más proclive a la guasa hiperbólica, estiraba el confort de los transportes colectivos a la conveniencia de unas bellas azafatas que fueran anunciando las paradas en distintos idiomas (Sevilla, ciudad universal), ofreciendo refrescos y señalando las puertas de salida con aspavientos más o menos recreativos.

Pronto sonó la hora de la verdad. Y la verdad se parecía mucho más a una corrida de Miura en sesión continua. Dos de aquellos hermosos toros fueron Polígono Aeropuerto (luego Sevilla Este, para despistar) y el mítico metro. Proyectos descomunales del tardofranquismo, que nos tuvieron en jaque bastante tiempo. Al final resolvimos que el primero era un puro disparate, destinado a llenar los bolsillos de unos cuantos terratenientes, y el segundo, podía reconducirse a dimensiones más humanas, máxime si ya había construidos casi cuatro kilómetros de túneles y enterrados varios miles de millones (13.000, al cambio de hoy). Realpolitik, o algo parecido. Así que, metro sí, Polígono Aeropuerto, no. Lo que no sabíamos era que, en los entresijos de la política, y a más altura, se empezaba a cocinar otra cosa. En efecto, con Borbolla en la Junta y Del Valle en el Ayuntamiento, se le dio la vuelta al asunto: Polígono Aeropuerto, sí; metro, no. Así se escribe la historia.

Claro que la historia, como está hecha principalmente de tiempo, no tiene prisas. Pero ha acabado demostrando quién tenía razón. Hoy, pasados 20 años, en Sevilla Este los ciudadanos siguen manifestándose por falta de colegios y esquivando de noche peligrosos recovecos. En cambio, la Consejería de Obras Públicas acaba de anunciar una novedosa fórmula que puede sacar al metro de su atasco. Una fórmula a tono con las nuevas directivas europeas (concesión administrativa desde la cuna, pagos aplazados y controles públicos todo el trayecto). La patente es de Teófilo Serrano, un técnico muy sabedor. Los matices y el acuerdo final (atención), de los mismísimos Chaves y Monteseirín, que se lo han currado a base de bien, codo con codo, pero que han tenido el buen criterio de dejar que la foto se la hagan la consejera Gutiérrez y Rojas-Marcos. No sabemos si el invento funcionará, y ojalá funcione, pero de momento ha descolocado al PP, que en Sevilla rechaza y en Málaga apoya (como en Bilbao y Valencia), cuando la cosa es una misma, y trina, porque también va para Granada, quién lo diría. Curiosidades del tiempo. Hoy los aledaños de mi domicilio son un puro excremental perruno, pero los autobuses llevan aire acondicionado. Azafatas, todavía no.

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