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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Clima en olvido

La reunión sobre el cambio climático que se desarrolla estos días en Marraquech tiene como objetivo central poner en marcha el Protocolo de Kioto de limitación de gases de efecto invernadero: un acuerdo sobre la reducción de emisiones de los países más desarrollados, ratificado posteriormente en Bonn, con la significativa excepción de Estados Unidos. El compromiso europeo fue disminuir entre 2008 y 2012 en un 8% las emisiones de gases de invernadero respecto de las cifras de 1990. Hoy, a mitad de camino, la UE ha conseguido situarse en un prometedor 4% de reducción, aunque con grandes desigualdades entre los países. Alemania y Reino Unido, y en menor medida Francia, han disminuido sus vertidos, pero no así el resto.

El caso de España merece comentario aparte. Los acuerdos internos en la UE prevén niveles de reducción diferentes según la contribución de cada país al balance total de gases emitidos y según su grado de desarrollo económico. Así, España podía incluso incrementar sus emisiones en un 15% en el horizonte temporal de 2010. Al día de hoy, sin embargo, ese aumento se ha disparado, como mínimo, hasta el 23%, lo que implica que el esfuerzo que hay que realizar en esta década es gigantesco. Pero lo más grave es que no parece que se hayan tomado las iniciativas necesarias para enfrentar los compromisos adquiridos. El Consejo Nacional del Clima, cuya composición acaba de ser modificada en el último Consejo de Ministros, lleva cerca de tres años sin reunirse.

Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono, requiere diversificar las fuentes de energía primaria e incidir sobre el transporte, la industria, la agricultura y los hogares para que se adapten a un escenario en el que el ahorro energético es la primera fuente de energía limpia. Y todo ello requiere, a su vez, análisis de situación, planes, políticas de estímulo y de disuasión y fijación de plazos. Justamente lo que brilla por su ausencia. El Gobierno se ha adherido con entusiasmo a la posición europea sobre el Protocolo de Kioto, pero los propósitos no han sido seguidos por decisiones prácticas.

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Lo mismo ocurre en otros terrenos como la promesa de aumentar los gastos de I+D hasta la media europea o el anuncio a bombo y platillo de un programa de genómica que hiciera posible nuestra incorporación a un programa científico de ámbito mundial en el que no habíamos estado presentes hasta ahora de forma significativa. Esperemos que al menos el nuevo Consejo Nacional del Clima recupere el mucho tiempo perdido en la reducción de emisiones de gases contaminantes.

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