El fin de una era
El fotoperiodismo entró en crisis en paralelo con el auge de la televisión a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta. Atrás quedarían -salvo contadas excepciones- los fotógrafos de primera línea en las grandes contiendas del siglo pasado: las guerras mundiales, la guerra civil española, Vietnam, la Guerra de los Seis Días, Biafra... Crisis que no sólo se redujo al ámbito bélico, sino a otra serie de conflictos sociopolíticos que, a partir de entonces, tuvieron un tratamiento fotográfico muy diferente del que se les había dado hasta esas fechas (Mayo del 68, Primavera de Praga y, en general, los grandes acontecimientos históricos del siglo XX). Obviamente, el directo de la pantalla de televisión o el de la red (más recientemente) incide negativamente en el diferido de la foto impresa en soporte papel. Los semanarios y las publicaciones similares se vieron seriamente tocados por ello. Consecuentemente, las leyes del mercado trastocaron la totalidad de la estructura económica de todo el sistema de producción de imágenes. Numerosas agencias gráficas pronto recurrieron a sus archivos -como alternativa de subsistencia- para realizar exposiciones, libros, pósteres, postales, llegando algunas a crear su propio departamento de televisión.
La libertad de expresión y de movimiento de los fotógrafos pronto pasaría a mejor vida, especialmente a raíz de la Guerra del Golfo Pérsico, cuyas escasas instantáneas estaban intervenidas por los servicios de la armada de Estados Unidos. Un claro exponente del inicio de este declive lo refleja la estadística de la convocatoria del World Press Photo de aquel año: de los 12.000 envíos remitidos por fotógrafos de todo el mundo, fueron escasísimas las instantáneas referentes a estos acontecimientos y, por supuesto, hubo una ausencia total de testimonios de primera línea (tipo Vietnam) a los que aquel fotoperiodismo tenía acostumbrado al lector de imágenes. A ello coadyuvaron las cámaras de vídeo de los aviones intrusos tipo Stealth F-117, cuyos fotogramas posteriormente se transferían a soportes fotográficos convencionales (como se hizo durante el bombardeo de los aliados al centro principal de comunicaciones de Bagdad). Publicaciones en las que tradicionalmente la fotografía de reportaje era determinante, como Life, tuvieron entonces que ilustrar sus páginas con la técnica del refotografiado de pantallas de televisión y, por supuesto, sin recurrir a argumentos dinámicos del frente, sino mostrando el paisaje después de la batalla: soldados posando, rendiciones a las tropas americanas, cuando no hieráticos retratos y autorretratos. Y desde aquí un progresivo proceso involutivo que nos ha llevado, al día de la fecha, a interpretar en el serpenteo intermitente de manchas blancas sobre el fondo negro de la pantalla del televisor un bombardeo sobre Kabul o cualquier otro lugar de Afganistán.
Babelia
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