PUÑOS Y LÁGRIMAS OCTOGENARIOS
Las Brigadas Internacionales no combatieron en los frentes del Norte de España, pero Gijón, la última gran ciudad de la cornisa que cayó en manos del bando franquista durante la guerra civil, acaba de erigiles un monumento, obra del escultor Amador Rodríguez Menéndez, Amador, fallecido en junio pasado. Al pie de la escultura, de 18.432 kilos de peso, cuatro de aquellos combatientes voluntarios volvieron a levantar el puño y a dejar caer las lágrimas. Théo Francos, un francés de 88 años, hijo de un obrero metalúrgico asturiano que emigró a Bayona en 1909; el yugoslavo Guido Nonveiller, de la misma edad, y los cubanos nietos de españoles Evelio Aneiro Subirat (85 años) y Luis Petraza Barrios (88 años), sostuvieron con manos temblorosas, más de medio siglo después, una bandera republicana mientras la alcaldesa de la ciudad, Paz Fernández Felgueroso, y el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, ambos socialistas, expresaban su reconocimiento al 'ejemplo de compromiso y de vida' de aquellos 40.000 jóvenes idealistas de 50 países que se involucraron en una guerra que creyeron también suya para frenar al fascismo europeo. Théo Francos no se dio por derrotado ni tan siquiera en 1939. En el pueblo de su padre, Mieres, Théo volvió a recordar su participación en los campos de batalla del Norte de África, Italia y Holanda contra el nazismo, su fusilamiento en tierras holandesas; su rescate, malherido, de la fosa común; su largo itinerario tras el triunfo aliado en busca de un empleo que se le negaba por su afiliación comunista y la primera Nochebuena que pudo compartir con su hija. Ella tenía entonces 23 años.
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