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Los sandinistas acarician la victoria diez años después

Ortega empata con los conservadores en los sondeos para las elecciones en Nicaragua

Juan Jesús Aznárez

Daniel Ortega fue ateo y guerrillero contra la tiranía de Anastasio Somoza, demolida por la revolución sandinista de 1979, recibía en su despacho de presidente junto al busto del soviético Vladímir Lenin y clamó contra el imperialismo yanqui. Once años después de su derrota frente a Violeta Chamorro, Ortega vestía camisa rosa en el mitin fin de campaña, y se manifestaba liberal invocando a Dios y al abrazo fraterno con Estados Unidos.

Definitivamente converso, Ortega aspira este domingo, por cuarta vez a la presidencia, y empata en los sondeos con el empresario conservador Enrique Bolaños. Por primera vez en un decenio, puede ganar.

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Un maizal ya cosechado de la aldea de Nindirí, en el departamento de Masaya, a 30 kilómetros de Managua, congregó la tarde del miércoles a decenas de miles de simpatizantes del comandante de 55 años, transmutado en pragmático para penetrar en la moderación.

La corrupción detectada en el actual Gobierno, conservador, explica en parte la resurrección política del caudillo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que progresivamente abandonó la belicosidad de esas siglas y el uniforme miliciano para contender al frente de Convergencia Nacional. Aplaudido fervorosamente por jóvenes, sin edad para conocer los años del plomo y el ajuste de cuentas, instó a la superación de rencores: 'No les voy a decir que para mí fue fácil cambiar del lenguaje confrontativo a este mensaje de amor, pero la vida nos viene enseñando'.

El sandinismo gobernó este país de cinco millones de personas, el 70% en la pobreza, entre los años 1979 y 1990, con Ortega como presidente. Las políticas aplicadas fueron centralistas y de guerra, y los principales dirigentes cayeron en actos de arbitrariedad y corrupción que sumieron los ideales revolucionarios en el descrédito.

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Las posesiones de aproximadamente 5.000 personas, nicaragüenses la mayoría, pero también estadounidenses, fueron confiscadas, y repartidas entre pequeños propietarios agrícolas y urbanos conforme a la reforma agraria y leyes de la propiedad aprobadas por el FSLN. Paralelamente a esa política distributiva a la brava, varios comandantes ocuparon las mejores casas de Managua, se lucraron con comisiones y contratos, se hicieron ricos, y establecieron lazos con grupos guerrilleros o terroristas.

La contundencia del embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Oliver Garza, demuestra las dificultades existentes para normalizar las relaciones con Washington, que financió a los grupos armados contras que en el decenio de los ochenta combatieron al sandinismo. 'Me he reunido con Daniel Ortega', informó Garza, 'y le he dado listas de propiedades que ellos tienen en sus manos, y el partido sandinista no está dispuesto a devolver y si acaso las van a regresar, será por dinero. Propiedades que en nuestro criterio fueron robadas'. Precisamente, la incorporación a Convergencia de Antonio Lacayo, yerno de la ex presidenta Violeta Chamorro, tiene como principal objetivo limar asperezas con la Casa Blanca. De ganar Ortega, será ministro de Exteriores.

El alborotado pasado del régimen de los comandantes fue aprovechado por las cuñas propagandísticas del candidato del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Enrique Bolaños, de 73 años, ex vicepresidente del gobernante saliente, Arnoldo Alemán, cuya Administración no pasará a la historia como ejemplo de limpieza y transparencia. Profusamente difundida por los medios de comunicación gubernamentales, un eslogan de su campaña asoció a Ortega con el terrorismo de Sadam Hussein y de Osama Bin Laden. 'Si ellos pudieran votar en Nicaragua votarían por Daniel', aseguraba la voz de un locutor, mientras se sucedían imágenes de los dos musulmanes. 'Pero vos si podés votar. ¡Decile no a Daniel, porque él está al lado del enemigo de la paz'.

El candidato sandinista a la presidencia de Nicaragua, Daniel Ortega, sostiene a un bebé en un acto electoral.
El candidato sandinista a la presidencia de Nicaragua, Daniel Ortega, sostiene a un bebé en un acto electoral.REUTERS

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